Este jueves, relato: Rostros de la Polio.
Fue un primer encuentro a dos. Hablábamos por teléfono para quedar en vernos y tomar una cerveza: -Sí, conozco el sitio -le dije. -Entonces a las cinco -me contestó. A l colgar recordé un detalle de la conversación en la que me insistió que, ninguno de los dos podríamos irnos sin pagar, comentario que no entendí y al que entonces no le di importancia. Llegué unos minutos antes y le vi llegar, cojeando, con un bastón en el que se apoyaba a cada paso y con el que imprimía a su caminar un ritmo secuencial aprendido a golpe de asumir. Era la hora en la que el toro y el sol se funden con la mirada y allí estábamos los dos, por primera vez, después de oírnos, leernos y comentarnos desde el más consentido anonimato. Nos pedimos dos cañas, una para cada uno, y disparamos nuestros obuses de letras: Nuevas, por estrenar, por descubrir; con un tono vivo, con un volumen pausado, con la mirada directa, con el ritmo que da la proximidad y el orden que ...