Este jueves, relato. La fiebre del Loro.
Dña. Josefina, peinaba canas.
Ya no celebraría más aniversarios que empezaran por siete. Perdida ante la
ventana en uno de esos ensimismamientos vitales recordaba el día en el que le
regalaron a Pavarotti.
Ella, austera dónde las
haya, no almacenaba en su casa ni media docena de objetos inservibles, pero la
llegada de aquel pájaro que vomitaba sin interrupción cientos de palabras
inconexas le provocó un singular atractivo. Incorporar a aquel parlanchín a su entorno
fue una tarea entretenida y estimulante.
Hoy todavía no se explica aquel
giro en el comportamiento de Pavarotti, su silencio repentino, su aislamiento
en una esquina de la jaula y las continuas diarreas.
Tomás el veterinario lo
confirmó en un santiamén: -Es psitacosis, doña Josefina, debe deshacerse cuanto
antes de este loro o su fiebre acabará con usted-
Y es que la "fiebre de'loro" es muy contagiosa. No hay nada más que mirar al congreso.
ResponderEliminarUn beso, que conmigo puedes estar tranquilo que no te contagio esas fiebres.
Leonor
Me gusta el giro que le has dado a este jueves...Igual que el del loro, pero sin fiebres...
ResponderEliminarBesos amigo.
Ya me extrañaba a mi que en el titulo hubiera un error de ortografia ajajaaja
ResponderEliminarPqero que original eres!!
Un beso de colores (como el loro)
Jajaja Alfredo!!! Me hiciste reir tanto!!! Pensé que era un error de escritura el título, pero después de leerte me di cuenta que habías jugado con las palabras.
ResponderEliminarGenial!!! Un abrazo
Fiebre de loro! jajajaaja...buenísimo, Alfredo!...sólo a vos podía ocurrirte virar el tema para ese lado!
ResponderEliminarUn abrazo
Jo, pobre loro y pobre anciana... quedarse sin lo único que le daba compañía, sniffff ;-)
ResponderEliminarBss.
ResponderEliminarCasi se le parece a la fiebre del oro hasta los ha enfermado.
Esto si es ingenio puro, por eso…
Un gran abrazo Maestro :)
Oro Alfredo, fiebre del oro, que no del loro, mira que te tengo dicho que te pongas las gafas...Si te digo que me he reido mucho, no me preguntarás porque ¿verdad?
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi madre se llama Josefina, pero no tiene loro. Me ha gustado el giro final y he pasado un rato agradable leyendote.
ResponderEliminarUn abrazo.
para comenzar, una disculpa. comencé a leerte hace dos días bajo un sueño terrible. abandoné la empresa.
ResponderEliminarpara continuar, ¿por qué leches me has hecho trabajar buscando esa palabreja?
pera seguir, ¡qué raro que has sido! me parece que esta fiebre es...me parece que has escogido sólo la fiebre y te has olvidado del oro...eso sí, estando yo, el contrariador número uno, de acuerdo con ello.
medio beso.
"...y no celebraría más aniversarios que empezaran por siete."
ResponderEliminarBuena manera de comenzar por contarnos de Josefina y soledad.
Al fin de cuentas, con tu "método alfredo" una vez más te escabulles por la tangente, pero en todo caso, nos pones frente a una búsqueda del más preciado y dorado valor: alguien-algo que haga menos pesada nuestra soledad.
La fiebre siempre es maligna, síntoma de enfermedad, algunas veces con final felíz y otras, nos obliga a volver a empezar.
Un buen relato, y mirá, aunque primero me reí, luego me dio para reflexionar y todo. (Es que yo soy muy reflexiva, no lo puedo evitar, jajaj)
Besos
En sus taitantos años, supongo que más bien sola, lo único que le faltaba a la amable anciana de tu relato fué "la fiebre del loro", compañero fiel con el que aligerar su soledad. La vida es así de injusta y a ella le tocaba desprenderse de su amigo el loro, para no contraer su fiebre.
ResponderEliminarOriginal como siempre, Alfredo.
Un abrazo.
Vaya con el loro y su fiebre, mejor no tenemos ningún pájaro de esas características. Muy bien llevada esa confusión de "oro " y "loro".
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, ja,ja,ja, qué bueno! Está genial , muy divertido !Bs.
ResponderEliminarjajaja! Muy buen juego de palabras, pero a veces las cosas se entienden tal cual suenan, y este loro, sin dudas padecía una peligrosa fiebre. Pobre Pavarotti!
ResponderEliminarMuy ocurrente relato, me ha encantado!
Besos!
Gaby*
Un loro llamado Pavarotti resulta interesante. Pero no todo puede ser perfecto, así que Pavarotti sufre psitacosis, lo cual en principio le deja indiferente, hasta que busca en el diccionario y ¡leches! no es que no llegue al do mayor.
ResponderEliminarMuy divertido, además eres quien más se ha acercado al tema de esta semana, nadie lo ha entendido pero era LA FIEBRE DEL CORO.
Abrazos, amigo.
Me da pena, la decisión que debe tomar la pobre mujer... Un abrazo.
ResponderEliminaraplaudo de pie esta muestra de una imaginación de oro!
ResponderEliminary dejo mi afectuoso abrazo, Alfredo!
Jejeje,la fiebre del loro jejeje. Genial
ResponderEliminarYa es tener mala suerte que resulte la fiebre del loro tan peligrosa porque Pavarotti era cantante compañero amigo, ya es mala suerte a los ochenta cumplidos de mucha vida quedarse sin las arias del simpático cotorro ¿entonaba oh sole mío???
ResponderEliminarCreatividad a raudales de oro puro y verdadero tu relato, perdona la tardanza, hasta ayer noche estuve bajo el sol de oro napolitano. Petons molts.