Este jueves, relato: Una de música
La mesa del comedor, en esa casa,
igual valía para un roto que para un descosido.
De madrugada era la mesa del
desayuno.
A mitad mañana, el banco donde vaciar
la cesta de la compra separando cereales de legumbres, frutas de verduras y más
tarde repartir, sobre su fría superficie, las lentejas para limpiarlas.
Al mediodía, Amparo, reunía a la
familia en una frugal y meteórica comida; la escuela y la fábrica tenían
prioridad.
Por la tarde, vacía la mesa, Amparo extendía
de cara a la ventana las telas, y sobre ellas los patrones de un vestido para
Teresa, la mayor. Mientras, con las tijeras en la mano, repetía historias
de su pueblo que Teresa conocía hasta la saciedad.
En la noche, después de la cena, y
una vez recogida la mesa, ésta se inundaba de brazos cansados y miradas
anhelantes en espera del premio del día.
En el reloj de pared dieron las nueve
y Juanin, el pequeño, a una orden gestual de su padre se levantó y accionó el
interruptor cilíndrico del aparato de radio, marca «TELEFUNKEN», que colgaba
sobre un anaquel de la pared:
«La Sociedad Española de Radiodifusión a través de su gran cadena de
emisoras propias y asociadas presenta…: Matilde, Perico y Periquín. Un programa
Cola Cao para niños y mayores…»
Y entonces, a las nueve y unos
segundos, sonaban las primeras notas de una canción que como tantas otras
fueron cómplices de sobremesas familiares en las que la música, esas canciones,
esa canción… eran un poco de nosotros.
«Yo soy aquel negrito del África tropical que cultivando cantaba la
canción del…»
A través de tus palabras justas, acompaño tu recuerdo (pese a no haberlo vivido jeje)
ResponderEliminarUn abrazo
Una historia que comparto de la primera letra la última. Así trascurría en aquellos dia amigos y llenos de privaciones en el mejor de los casos. Un saludo muy cotdidal
ResponderEliminarQué bueno!, en casa de mi abuela había una radio como la de la imagen y me has hecho recordar que también en mis siestas tuvo un papael importante la radio aunque la tenía que poner con un volumen tan bajo, que casi no compensaba.
ResponderEliminarCon tú relato me ha venido a le mente cuando era muy chica y alguna vez oía esa alegre melodía de Yo soy aquel negrito...
ResponderEliminarUn emotivo repaso a las grande sintonías que marco una eéoca de nuestras vidas.
Un abrazo
¡Hola! Qué tierno relato. Me ha gustado mucho la forma en que lo narras, casi que se ve la mesa y se escucha la radio.
ResponderEliminarMuchas gracias por sumarte. ¡Un abrazo!
Tus palabras me han despertado unos recuerdos de mi infancia cuando cada mes recibían mis padres a través de una suscripción un nuevo vinilo de música clásica, y nos explicaban a mi hermana y a mí algo sobre el compositor y su obra. Luego lo escuchábamos entre los cuatro, lo comentamos y lo volvimos a escuchar... Gracias, Alfredo, un gran abrazo.
ResponderEliminar¡Qué tiempos aquellos amigo! donde la radio nos introducia en grandes mundos, sobre todo con esas melodías, a veces infantiles, porqué no decirlo, pero que nos daban alegría.
ResponderEliminarUn abrazo
Me encantó... Y de aquello, que no viví pero que no han dejado de emitir y recordarme, me queda el disfrute de programas de radio donde emiten teatro, conciertos... e historias que me llevan a otro rato de la realidad.
ResponderEliminarBellísimo tu post.
Un beso muy grande.
Mag
Esa cancioncita a traspasado generaciones y generaciones.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Qué recuerdos me ha traído tu relato! Mi padre fue uno de los fundadores de la radio en Murcia y me contaba todo tipo de historias...en Murcia la SER comenzó como EAJ 17...
ResponderEliminarUn abrazo y gracias.