Este jueves, relato. "A la luz de una vela"
Su voz era como un susurro
cansino, hablaba y hablaba sin obviar detalles.
A esas horas de la noche,
los pormenores sobre la historia de nuestra familia me adormecían sin poder
evitarlo; bueno, era la noche y no los pormenores, pues había sido yo el que
había animado a mi madre a contarme de nuevo esas aventuras que tanto me entretenían.
Con la cabeza apoyada sobre
el mantel de hule, la miraba en un esfuerzo agradecido por ser como era.
Ella, mientras hablaba
seguía cosiendo, pespunte tras pespunte, hilván tras hilván.
La vela, constante, sabía
que no podía consumirse antes de que ella acabase su trabajo.
Sus manos y los bajos de
aquel traje de novia estaban iluminados al cien por cien, la penumbra era la
dueña del resto. Su rostro, quedaba sesgado en un contrastado claroscuro.
Era guapa, ancianamente guapa,
sus arrugas parecían tener nombre propio. Los ojos perseguían la aguja,
haciéndola coincidir con la tela y después con la superficie metálica del
dedal.
Toda su vida pasaba por
aquellos puntos, contenta por ser querida. Tan sólo una costurera, pero feliz,
muy feliz.
A la luz de aquella vela,
aprendí, entre cabezazos sobre el cálido hule, que se puede tener todo, sin
tener casi nada.
Una historia de la que no sólo tú aprendiste mucho, sino los que te leemos también.
ResponderEliminarQue historia tan tierna. Me has recordado a mi abuela, porque a la luz de una vela he aprendido a coser lentejuelas para un disfraz que iba a vestir al día siguiente. Aprendí otras muchas cosas, es cierto, algo así como tú bien dices al final.
ResponderEliminarUn abrazo.
creo que hoy me voy a concentrar en una sola frase: "Sus manos y los bajos de aquel traje de novia estaban iluminados al cien por cien, la penumbra era la dueña del resto.""
ResponderEliminary no es la primera vez que leo esta descripción, la idea de esta descripción...ello no empequeñece para nada el hecho de que la hayas mostrado tú, pero para nada...es más, desde mi punto de vista, engrandece al autor de este texto...
he dicho y
medio beso.
Maravilloso!!! Un relato muy tierno. Mucha gente es feliz con poco porque le da el valor que otros no saben darle. En cambio hay otros que lo tienen todo y no valoran nada.
ResponderEliminarMe emocionó mucho tu historia, realmente lo sentí.
Un abrazo.
Gran realidad y gran sensibilidad tan solo reservada a los afortunados sabios. Bss.
ResponderEliminarGracias a la ternura que irradian tus palabras, he podido sentir la calidez de aquellos momentos!
ResponderEliminarGracias!
=)
A la luz de la vela, homenaje dulcísimo a la madre, puntada a puntada, letra por letra.
ResponderEliminarBesitos cariñosos.
Esas arrugas con nombre, esa dedicación exquisita por la tarea cotidiana, esos ojos que aprenden, sobre todo a amar, son una estampa preciosa con la dosis perfecta de luz y ternura.
ResponderEliminarbesos
Qué intensa descripción, brinda una imagen muy especial, con todos los detalles, en tanto la luz de la vela, permite vislumbrar por donde tus palabras guían. La dedicación, la calidez, el afecto y la enseñanza final, llegan y abrazan.
ResponderEliminarMientras te leía, se me representó visualmente la escena, al estilo de una pintura del barroco holandés.
Un beso!
Gaby*
Supongo que cuando se llega a cierta edad lo más importante en la vida es sentirse querida y saber que eres vagamente útil para tus seres queridos, aunque solamente sea por la asombrosa capacidad de saber trasmitir los recuerdos.
ResponderEliminarEncantadora y tierna historia amigo Alfredo.
Un abrazo
Tan solo una costurera, nada más y nada menos. Todo un arte la costura. Y dueña de mil recuerdos para transmitir. Qué estampa tan acogedora nos has brindado.
ResponderEliminarUn beso.
¡Ay, Alfredo!
ResponderEliminarEl mejor pespunte en homenaje a tu madre.
Estoy, muy conmovida.
Gracias por tanta ternura, belleza y dejar ver ese pequeño gran pasaje que lo es todo con casi nada, que no es poco.
Un abrazo :)
Me ha gustado lo de arrugas con nombre propio. Experiencia reflejada en la cara.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un texto precioso Alfredo, equilibrando todos los sentimientos que de él brotan, nada sobresale y todo te sobrecoge, se agarra al corazón. Tus descripciones nos hacen ver a ese niño que observa y a esa madre que enseña. Un bellisimo homenaje.
ResponderEliminarBesos.
Tienes razón se puede ser feliz teniendo lo mínimino y ser infeliz teníendolo todo. Acabar un trabajo en el cual se necesita mucha vista, con una simple vela, es de admirar.
ResponderEliminarUn abrazo
Mi abuela también era costurera. A mi me encantaba estar al lado de ella, simplemente viéndola coser y oyendo cosas de la familia o de alguna vecina.
ResponderEliminarCon tu relato me ha vuelto ese grato recuerdo.
un abrazo
Lola
¿Sin tener casi nada, Alfredo?. Yo díría que tenía un caudal inagotable de ternura, de amor, de experiencia reflejada en esas arrugas con nombre propio. Yo diría que era enormemente rica y lo más importante, sabía y quería transmitir esa riqueza tan poco apreciada hoy pero que nos hace ser mejores seres humanos. Insisto: ¿Teniendo tan poco?
ResponderEliminarUn abrazo.
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii !!!!!! muy cierto... me encanto, la verdad es que me siento muy identificada con este relato pues vivo y he vivido siempre este relato quizás a mi manera... una abuela y una madre que bordaban, costureaban pegando botones o remendando blusas, pantalones o vestidos hasta muy tarde, muchas veces a la luz de una vela...
ResponderEliminarPuntadas que no se despegaban del cariño... El buen hacer diario mezclado con el amor que se siente hacia los que se quieren y nunca olvidaran esos momentos. Me uno a lo que dicen muchos, frases para recordar y guardar.
ResponderEliminarBesos
Ese tener casi nada es material. Porque veo mucho en lo sentimental, que tiene un valor más etéreo pero más satisfactorio.
ResponderEliminarAbrazos, amigo.
Es cierto que se puede ser feliz con poco, tal y como nos muestras hoy. Esta mujer tenía lo más importante, se sentía querida y con eso le sobraba. Bueno, eso y su arte para la costura, me imagino que el traje de novia le quedó precioso, igual que tu relato. Un beso.
ResponderEliminarHilvanando historias en una noche ideal, muchos recuerdos que quedarán perpetuo en el que escuchó, seguramente, muy interesantes detalles familiares, que se ignoraba pero también de anécdotas recurrentes. Buen ritmo, muy cálido y tierno. Saludos
ResponderEliminarQue lindo relato. Una historia muy cercana, muy justa... Un abrazo!
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