Juro por la Virgen del Olvido, que estaba abriendo este archivo de Word y tenía una ligera idea de lo que quería contar. Leída la convocatoria y los ejemplos que la ilustran, intento escribir sobre ellos, pero… no recuerdo nada. Debería haber hecho “un copia y pega” para mayor seguridad, porque en este momento frente a esta hoja en blanco, sólo hay una cosa más en blanco todavía, y es mi mente. Por qué tengo esta página abierta, lo último que veo sobre este fondo vacio es un baile, pero dónde, con quién, además… ¿qué día es hoy, jueves? La culpa es del cha, cha, cha, me marea ese ritmo y me obnubila esa mujer. Entonces, cómo quedamos, los jueves hay baile… o no? Apago la pantalla y evito distracciones, pero la mente sigue en blanco. El teclado, insolente, me mira mal. No se lo consiento y le levanto la voz: -¡Quieres dejarme en paz! -Por favor, no grites, que hay gente. -Y tú, ¿quién eres? -Soy tu hija, papá. En casa de Charo están los demás