Este jueves, relato. Yonkis...
El Universo de María es
el de las Piernas, como el de los niños, pero en amargo.
María no levanta la mirada del suelo, sentada, acomoda su delgado y enfermizo cuerpo en un hueco de la fachada entre el Banco y el Supermercado y todo su horizonte es el que dibujan los pies de los transeúntes recortados en la profundidad de la acera.
María es una adicta que arrastra su dependencia vagabundeando en busca de una esquina soleada en la que abandonarse al abrigo de unos tenues rayos de sol. Su joven cuerpo huele a vomito, a alcohol y a muerte. Viste con harapos, muchos, uno encima de otro. Soledad y tristeza en unos ojos que hace tiempo no se abren del todo.
Sus noches, soñando destechada envuelta en desordenadas hojas de cartón. Su aparente ausencia de hambre la cubre un velo de sufrimiento y resignación. Su quietud tirada por los suelos parece ignorar todo aquello que baila por arriba de los 30 cm.
María es joven, pero es difícil acertar su edad, su cuerpo envejece a golpe de paranoias, su mirada triste se enreda con su acartonada melena… es imposible adivinarle primaveras.
Aparta con rabia la vista,
apoyando la mejilla en el encharcado suelo, perdiéndose sobre el secuencial
dibujo con el que las baldosas forman el pavimento. Vi, entonces su fondo más dramático,
un rincón de sí misma, que era toda ella, deteriorada por la droga, el alcohol,
el hambre y la ausencia de amor.
Por cierto, a pesar de que se lo pregunté, María nunca me dijo su nombre. Hoy, ya es tarde para averiguarlo.
Por cierto, a pesar de que se lo pregunté, María nunca me dijo su nombre. Hoy, ya es tarde para averiguarlo.
Más para llorar o reír... Aquí
Es un relato desgarrador, excelentemente contado. Un vida que no merece llamarse así. Esta vez me has dejado noqueada con tu relato. Cuántas vidas habrá así, destrozadas por la droga y el alcohol, victimas de la sociedad y de sí mismas.
ResponderEliminarUn beso Alfredo
Muy duro y muy triste, muy apropiado para este jueves.
ResponderEliminarUn beso!!
Terrible, y lo peor de todo es el encierro en que se encuentran sus deterioradas mentes y emociones. Excelente narración. Bss.
ResponderEliminarEstremecedora historia la de esta mujer sin edad y sin nombre. Y pensar que estas Maria existen, y viven su desatino vagabundaeando cansinamente por nuestras calles, y plazas. Es tremendo pensar en ello. con este relato has logrado hacerme recapacitar sobre este gran problema urbano. Perfecto!
ResponderEliminarRecibe unos cuantos abrazos
Desgraciadamente hay muchas Marías en el mundo.
ResponderEliminarDurísimo, pero muy cercano a realidades con las que nos topamos con frecuencia...
ResponderEliminarCuántas Marías deambulando por allí? Finales previstos, lamentablemente.
Y así lo has contado, con todas las letras de cruda realidad.
Besos!
Gaby*
Muy real esa imagen... acá sobre todo no sé si hay drogas para la gente que vive en la calle. El alcohol es más barato. Excelente convocatoria!
ResponderEliminarUn abrazo grande!
Lacerante relato que, desgraciadamente, tiene más de crónica diaria que de creación literaria.Lo malo es que muchas Marías muestran su realidad a nuestro alrededor y por la costumbre, ni siquiera reparamos en ellas.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo.
¿Qué lleva a tantas Marías a este punto de la vida? ¿donde comienza el primer paso? ¿puede al amor arrancarlas de tan negativa dependencia? . Desgarrador Alfredo, por lo tristemente real.
ResponderEliminarUn abrazo
Me has dejado acongojada, como todas las veces que una María se deja ver en las esquinas o medias cuadras.
ResponderEliminarUn abrazo Maestro :)
Vidas truncadas, tan joven y de la que seguramente no se llegará a recuperar, hay un punto de no retorno
ResponderEliminarUn abrazo
Tu relato tan bien llevado es todo un llamado a la recapacitación por cuántas "Marías" se nos cruzan por el camino y tal vez no las veamos o no las queramos ver amigo Alfredo. Felicitaciones por este hacer JUEVERO!!
ResponderEliminarSon demasiadas las personas que, como María, están en nuestro entorno aunque nos pasen totalmente desapercibidas. Incluso cuando las percibimos, procuramos pasar dejando una prudencial distancia, no sea que nos contagien no sé bien qué cosas. Las ignoramos y no las queremos cerca de nuestra vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Desgarrador relato que dibuja una existencia desgraciada y desesperanzadora. Saludos
ResponderEliminarUn texto que nos sumerge en el mismo centro del dolor, en la desesperanza de lo definitivo. El acento del relato puesto en ese final, cuando el tiempo de agotó.
ResponderEliminarComo optimista que soy, creeré en otro capítulo, en el de la resurección de un minuto a minuto que nunca hay que negar ni al escritor ni a la vida.
olvidé dejarte un beso :)
ResponderEliminarEscalofríos agudos, Seri, mirando al infinito y a punto de gritas ¿Me cago en la leche! Así me quedé tras leer tu visión de esa María a la que no adivinan primaveras.
ResponderEliminarbrazos, amigo.
Pongamos pues, María, en cada esquina, se desploman Marías cuyo punto de vista abarca horizontes de vuelo raso y amargo. Un pozo del que para salir hacen falta muchos salvavidas nadadores.
ResponderEliminarReal, amargo y con visos de fatalidad absoluta.
Besos.
Ahora parecen desaparecidos del día a día... se van recreando en las calles nuevas "Marías" con diferentes necesidades e iguales aspiraciones, calmar el vacío que se apodera de ellas. Duele y rebela este cáncer que la misma sociedad crea y después se ciega ante él...
ResponderEliminarEnhorabuena, por tu propuesta...
Besos!!
Cuanta Marías no habremos visto por nuestras ciudades sin verlas?! Y siempre me pregunto que se podría ir estirando el hilo de su vida cual madeja enrollada, y llegar así al origen de su caída al abismo, a su principio, para enseñarle que en otro tiempo fue una persona completamente diferente, equilibrada y sana. Tal vez el verse reflejada en si misma, le hubiese hecho volver.....
ResponderEliminarUn escrito excelente y rompedor, que te hace sentir y ver a esos personajes que solo ensucian nuestras aceras, y preguntarte que fueron de ellos antes de ser quien han acabado siendo.
Un abrazo Alfredo gracias por incluirme en los jueves y sus relatos. Un gustazo volver ;)
Contestando a tu comentario a mi relato del jueves y solo como aclaración te he contestado: "Presumo que ese "tu mujer" de tu comentario, se quiere referir a la mujer del protagonista del relato, que obviamente, no soy yo.
ResponderEliminarManto mi compañera y el que escribe saben muy bien lo que cuesta un brik de leche y una barra de pan."
Otro abrazo.
Claro, es cierto que me refiero a la mujer del protagonista del relato. Siembre dentro de la ficción.
EliminarUn abrazo
En mi opinión, creo que la muerte para María fue una liberación de su aciaga vida, porque lo de ella, vida, no era.
ResponderEliminarBss.
Mecanismo de defensa fue tener sus ojos entrecerrados para no ver una realidad que la superaba, dueña del frio mundo de asfalto, no supo, no pudo, o no la dejaron gestionar su esperanza.
ResponderEliminarUn beso
Quizás solo un poco de ese "amor ausente" hubiera evitado que María acabara en la calle.
ResponderEliminarUn saludo Alfredo y gracias por conducir la convocatoria de esta semana.
Hay tantas formas de dejar de vivir o dejarse morir... ¿qué diferencia hay entre tu María y mi chica suicida? escasamente ninguna. Muy bien escrito. Siempre es un placer leerte Alfredo. Hay mucha elegancia y distinción entre tus palabras.
ResponderEliminarun abrazo
Qué aterrador universo el de María, qué aterradoramente real. Leerte ha sido como verla a ella, con toda su desesperación y su moribunda existencia. Cada palabra es como la pincelada de un lienzo terrible.
ResponderEliminarPor desgracia hay muchas "Marías" por las calles. Me gusta cómo has narrado su historia, como siempre, con mucha sensibilidad. Un beso.
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