Belleza adulta.
Belleza adulta (A mi amigo Josep Esteve Adam)
Cuando la
pasión regresa es fácil reconocerla. Es algo más
que un sentimiento al que ponerle cara. Algo más que una afirmación que
reubicar o que un premio que toca a destiempo.
Esta pasión,
que se parece en forma y color a aquella que creció por primera vez, y que
sembró de exaltaciones nuestra juventud. Hoy, irrumpe ferozmente, con prisa… la
misma de entonces, y se acomoda a empujones, rompiendo las resistencias
formales de la que sin duda es la última etapa de nuestra vida.
Esta belleza madura,
saturada en su día por diversas razones, declara abiertamente la guerra y
despierta, porque una vez se durmió, y resucita, porque una vez murió. Y como un
estremecimiento, siembra vértigos e ilusiones. Ya no miramos hacia atrás, hemos
encontrado la pasión perdida y nos sentimos los reyes del mundo.
De nuevo esta
virginidad aparentemente rota, esos excesos del alma que estallan ante tanta
belleza… la del amor alojado en un viejo cascarón, víctima esta vez de la
sorpresa y el destino. Aprendiz de nuevo de locuras y enfrentado a unas
prioridades que sobrepasan las de la razón y que no son otras que las del corazón.
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