Este jueves, relato: La muerte

 

La muerte, no muerte.


La muerte, anunciada, golpeó de repente.

Fue una triste madrugada de sábado. Pensaba que todo era una misma vida; sin embargo, cuando esa parte de mi cuerpo se desprendió del resto, me sentí mutilado. Algo se le había descolgado y, no obstante, seguía caminando. En mi corazón el trozo más grande que me quedaba continuó latiendo. Pensando que en cualquier momento mi descompensación me daría de bruces en el suelo. Estaba falto de equilibrio, sorprendido por la ausencia de entendimiento y por un futuro al que se le aca­baban de extraviar algunos objetivos vitales. Faltaba la refe­rencia, el norte, y el castillo se desbarataba hasta derrumbarse a pedacitos.

Caí en redondo. Sabemos que a todos nos toca, pero yo lo había olvi­dado. Somos llamados según una nómina que solo el ene­migo conoce. Mientras se espera el turno, en voz baja, in­ventamos un pasado que a duras penas encaja en nuestro desenfocado presente. Antes de ingresar a este último sector teníamos nombre y apellidos, ahora solo nos individualiza unas letras en el frío mármol, o a veces nada. Hace años que fuimos citados y nos han mantenido en pie con un plato de caldo caliente que logra templarnos, un líquido de color os­curo y sabor amargo que nos mantiene despiertos, porque a la hora del crepúsculo la temperatura baja notoriamente.

No solo había perdido la memoria y carecía de emo­ciones... ¡Había perdido la vida! Me daba cuenta, porque no tenía miedo, ni inquietud. Subí la escalera del cielo. Era mi turno para decidir qué hacer. La luz que entraba por la abertura de mi ventana se proyectaba en la pared del fondo, donde quedaba la última huella de mi precaria existencia: Mi sombra. No tenía reparos, ni ansiedad, nada me preocu­paba y fue entonces cuando conseguí volar por encima de todos. Nunca pude imaginar que eso de la «otra vida» era estar levitando sobre las cabezas de mi familia. En esa oca­sión, también, sobre las de mis amigos y conocidos, flo­tando etéreo tal y como recordaba en imágenes a los astro­nautas en sus viajes interestelares.


Más sobre esto en el blog de María José Moreno

Comentarios

  1. Yo siempre me imagine la otra vida del más allá como una copia exacta al mundo en el que vivimos, todo igual, solo que arriba y a la espera de que los seres queridos nos acompañen aunque eso sí que pase mucho tiempo hasta que sean llamados a la otra vida...
    Un saludo!

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  2. Cómo será la muerte? Existirá un más allá? mantendremos algo de conciencia o simplemente dejaremos de ser en toda dimensión? Inquietantes pensamientos que jamás pueden sernos indiferentes, sobre todo cuando nos vamos aproximando al desenlace... Un abrazo Alfredo.

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  3. Que buena pregunta que será después de muertos ...Hay muchas hipótesis pero real a cien por cien ninguna. Cada uno que sea libre de imaginarse su más allá . Un buen texto
    Un abrazo!!

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  4. Ojalá la muerte nos traiga tanta paz como describes en tu relato ! Sin miedos, sin dolor...solo calma.
    Cuídate mucho amigo.
    Abrazos.

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  5. Original texto, aunque no me imagino volando sino energía entre mis gente.

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  6. He ahí la cuestión y la incertidumbre ¿hay vida después de la muerte?

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  7. Una manera dramática de dejar atrás todos nuestros miedos e inquietudes. Me encanta leerte como siempre. Gracias por participar. Un abrazo.

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  8. Eterno enigma que solo resolveremos cuando llegue nuestra hora. La cuestión es si seremos conscientes para percatarnos, o no.
    Buen planteamiento del tema.
    Un placer leerte.

    Abrazos.

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  9. Excelente relato, me agrado mucho leerlo y bueno dicen que eso a veces pasa cuando uno se muere el alma o espíritu sobre vuela en el lugar donde te encuentras y sigue viajando a aquellos lugares donde has estado, dicen que todo esto sucede hasta tres meses después de que falleciste

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  10. Inquietante y estremcedor post. Si te digo lo que pienso de tu "muerte",es que es demasiado viva. Debemos marcharnos silenciosos, a poder ser sin dolor y sin especulaciones previas. Que importa ya como ha sucedido???
    que voy a ganar si he muerto de un ictus de un cáncer. El saberlo no me beneficia en nada.

    Decirte que me ha encantado el escrito y como has planteadoo. Un pequeño codazo a modo de saludo

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  11. Pienso, Alfredo, que cuando al final de la comida entregamos la cuchara, ya no existe más comedor para nosotros. Detrás de la puerta no creo que exista nada, pero eso sí, seguiremos en el corazón y en la mente de aquellos que nos quieren. Ya me gustaría seguir presente en la vida de los míos, aunque fuera como una extraña forma de energía.
    Un fuerte abrazo.

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  12. Amigo, te leo en sábado por la mañana y me dejas el sabor de una reflexión que creo que me va a durar todo el día. Qué palabras más bien escogidas, qué buen relato y participación.
    Un abrazo

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  13. Te leo un poco tarde, pero me ha fascinado. Ser decapitado, qué original mamera de ascensor al cielo, como los astronautas, qué giro prefecto. Genial.

    Un abrazo

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  14. algo vendrá después de morir y no creo que sea la nada. no creo que desaparezca la consciencia de uno mismo. una vez pensé que tampoco es posible, no existiera antes de nacer yo, pero no recuerdo como articulé aquello. igual escribiría algo si lo recordara
    conmovedor relato, alfredo
    Abrazossss

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  15. Yo siempre he dicho que en la vida como en la muerte (y en los duelos) hay que tener buenos padrinos.

    Un relato de como imaginamos la muerte y como decía mimadre, nadie ha vuelto para explicarnos como es.

    Un abrazo

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