Este jueves, relato: La muerte
La muerte, no muerte.
La muerte, anunciada, golpeó de repente.
Fue una triste madrugada
de sábado. Pensaba que todo era una
misma vida; sin embargo, cuando esa parte de mi cuerpo se desprendió del resto,
me sentí mutilado. Algo se le había descolgado y, no obstante, seguía caminando.
En mi corazón el trozo más grande que me quedaba continuó latiendo. Pensando
que en cualquier momento mi descompensación me daría de bruces en el suelo.
Estaba falto de equilibrio, sorprendido por la ausencia de entendimiento y por
un futuro al que se le acababan de extraviar algunos objetivos vitales. Faltaba
la referencia, el norte, y el castillo se desbarataba hasta derrumbarse a pedacitos.
Caí en redondo. Sabemos que a todos nos
toca, pero yo lo había olvidado. Somos llamados según una nómina que solo el
enemigo conoce. Mientras se espera el turno, en voz baja, inventamos un
pasado que a duras penas encaja en nuestro desenfocado presente. Antes de ingresar
a este último sector teníamos nombre y apellidos, ahora solo nos individualiza
unas letras en el frío mármol, o a veces nada. Hace años que fuimos citados y
nos han mantenido en pie con un plato de caldo caliente que logra templarnos,
un líquido de color oscuro y sabor amargo que nos mantiene despiertos, porque
a la hora del crepúsculo la temperatura baja notoriamente.
No solo había perdido la memoria y carecía
de emociones... ¡Había perdido la vida! Me daba cuenta, porque no tenía miedo,
ni inquietud. Subí la escalera del cielo. Era mi turno para decidir qué hacer.
La luz que entraba por la abertura de mi ventana se proyectaba en la pared del
fondo, donde quedaba la última huella de mi precaria existencia: Mi sombra. No
tenía reparos, ni ansiedad, nada me preocupaba y fue entonces cuando conseguí
volar por encima de todos. Nunca pude imaginar que eso de la «otra vida» era
estar levitando sobre las cabezas de mi familia. En esa ocasión, también,
sobre las de mis amigos y conocidos, flotando etéreo tal y como recordaba en
imágenes a los astronautas en sus viajes interestelares.
Yo siempre me imagine la otra vida del más allá como una copia exacta al mundo en el que vivimos, todo igual, solo que arriba y a la espera de que los seres queridos nos acompañen aunque eso sí que pase mucho tiempo hasta que sean llamados a la otra vida...
ResponderEliminarUn saludo!
Cómo será la muerte? Existirá un más allá? mantendremos algo de conciencia o simplemente dejaremos de ser en toda dimensión? Inquietantes pensamientos que jamás pueden sernos indiferentes, sobre todo cuando nos vamos aproximando al desenlace... Un abrazo Alfredo.
ResponderEliminarQue buena pregunta que será después de muertos ...Hay muchas hipótesis pero real a cien por cien ninguna. Cada uno que sea libre de imaginarse su más allá . Un buen texto
ResponderEliminarUn abrazo!!
Ojalá la muerte nos traiga tanta paz como describes en tu relato ! Sin miedos, sin dolor...solo calma.
ResponderEliminarCuídate mucho amigo.
Abrazos.
Original texto, aunque no me imagino volando sino energía entre mis gente.
ResponderEliminarHe ahí la cuestión y la incertidumbre ¿hay vida después de la muerte?
ResponderEliminarUna manera dramática de dejar atrás todos nuestros miedos e inquietudes. Me encanta leerte como siempre. Gracias por participar. Un abrazo.
ResponderEliminarEterno enigma que solo resolveremos cuando llegue nuestra hora. La cuestión es si seremos conscientes para percatarnos, o no.
ResponderEliminarBuen planteamiento del tema.
Un placer leerte.
Abrazos.
Excelente relato, me agrado mucho leerlo y bueno dicen que eso a veces pasa cuando uno se muere el alma o espíritu sobre vuela en el lugar donde te encuentras y sigue viajando a aquellos lugares donde has estado, dicen que todo esto sucede hasta tres meses después de que falleciste
ResponderEliminarInquietante y estremcedor post. Si te digo lo que pienso de tu "muerte",es que es demasiado viva. Debemos marcharnos silenciosos, a poder ser sin dolor y sin especulaciones previas. Que importa ya como ha sucedido???
ResponderEliminarque voy a ganar si he muerto de un ictus de un cáncer. El saberlo no me beneficia en nada.
Decirte que me ha encantado el escrito y como has planteadoo. Un pequeño codazo a modo de saludo
Pienso, Alfredo, que cuando al final de la comida entregamos la cuchara, ya no existe más comedor para nosotros. Detrás de la puerta no creo que exista nada, pero eso sí, seguiremos en el corazón y en la mente de aquellos que nos quieren. Ya me gustaría seguir presente en la vida de los míos, aunque fuera como una extraña forma de energía.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Amigo, te leo en sábado por la mañana y me dejas el sabor de una reflexión que creo que me va a durar todo el día. Qué palabras más bien escogidas, qué buen relato y participación.
ResponderEliminarUn abrazo
Te leo un poco tarde, pero me ha fascinado. Ser decapitado, qué original mamera de ascensor al cielo, como los astronautas, qué giro prefecto. Genial.
ResponderEliminarUn abrazo
algo vendrá después de morir y no creo que sea la nada. no creo que desaparezca la consciencia de uno mismo. una vez pensé que tampoco es posible, no existiera antes de nacer yo, pero no recuerdo como articulé aquello. igual escribiría algo si lo recordara
ResponderEliminarconmovedor relato, alfredo
Abrazossss
Yo siempre he dicho que en la vida como en la muerte (y en los duelos) hay que tener buenos padrinos.
ResponderEliminarUn relato de como imaginamos la muerte y como decía mimadre, nadie ha vuelto para explicarnos como es.
Un abrazo