Halloween en Irán
«Me acuso de ser mujer y al parecer, por
el hecho de serlo, peco reiteratívamente. Ahora, esperando el final pienso en
lo cara que es la vida».
Así se confesaba Zhara a un dios
desconocido en cuyo nombre iba a sufrir la más cruel de las penitencias. No
importaba el pecado, que en ningún caso lo era..., salvo el de ser mujer.
La
primera piedra le alcanzó de lleno en la clavícula, el cuello de la escápula se
partió por la mitad, justo en el sitio en el que de niña apoyaba los sacos de
grano que llevaba a casa.
La segunda abrió una
brecha en su frente, dibujando un hilo de sangre y un río de dolor, se tambaleó
y cayó de rodillas.
Una con arista viva le golpeó el pecho cortándolo en diagonal, justo por donde hacía unos meses brotaba la leche que
detenía el desesperado llanto de su recién nacido. Ahora la leche era roja.
No ubicaba los dolores, su sonrosada
piel se llenaba de cercos morados con manchas rubíes.
Un golpe agudo en el pie
la despertó de su abandono, los dedos se hermanaron de sangre y crecieron hasta
reventar o al menos así lo padeció.
Una piedra del tamaño de un puño erosionada
por el ir y venir de las limpias aguas del Karún le explotó en los labios,
esos que habían amado con pasión y que ahora descarnados, ni siquiera
balbuceaban un suspiro. Perdió la cuenta de las siguientes, pero todas y cada
una de ellas tenían un remitente: El mundo.
La
lluvia de blasfemias buscaban su cuerpo y encontraban su alma.
Sólo le quedaba morir.
Entre tantas deseó una, esa
certera que le atravesara el corazón y que fuese la última. Ese corazón, al que
le debía todo lo maravilloso vivido, sin saberlo, sin quererlo, le alargó la
agonía treinta minutos más.
«Tanto amor y no poder contra la muerte».
Esto sí que da pavor.
ResponderEliminarSin palabras, no creo que haya cosa más espeluznante que esta triste y desalamada realidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
No se como se me ha pasado este post. Pero es de una crudeza extrema que supera todas las historias ensangrentadas de Halooveen. Me has tocado con tu historia. Un abrazo
ResponderEliminarUn relato que estruja el corazón. Como puede existir esta clase de sociedad en nuestro mundo.
ResponderEliminarEspero que con los años esta clase de barbaries debían ser abolidas para bienestar de las mujeres.
Saludos
Vivir en un país así y ser mujer, un verdadero drama , imposible de entender para mi mente. Una verdadera mierda.
ResponderEliminarExtremecedor relato.
Un abrazo