Este jueves, relato: LLorar de Felicidad.
Había
oído hablar de él. Sabía que era grande, con todos los tonos de grises, verdes
y azules. Los verdes y azules me los tuve que imaginar, los grises no cabían en
mis ojos.
Siempre
en movimiento, ocupó durante todo aquel Agosto la pared encalada del cine de
verano.
Esas imágenes me hipnotizaron con sus mil caras. Su ir y venir, siempre en
movimiento.
Aquella
noche en el cerro de los ángeles a la sombra del molino grande, lo soñé por
primera vez.
-Algún
día, me dije.
Ahora
sesenta años después, por primera vez a escasos centímetros de su piel,
sobrecogido y minimizado por su tamaño, le planto cara y me emociono. Sigue sin
caber en mi mirada, menos todavía cuando mis ojos empiezan a humedecer y
empequeñecer frente a él.
Amado Mar,
desconocido amante. ¿Puede mi adulto corazón resistir tanta belleza sin romper
en un inevitable llanto por tanta felicidad?
Llevas razón, el mar aún habiendo nacido con él, te emociona siempre que lo ves o que lo piensas.
ResponderEliminarHaz jugado bien con la intriga.
Un abrazo.
Es que el mar emociona, pensando en los colores y sus mezclas, y en su inmensidad.
ResponderEliminarMuy bien llevada esa emoción.
Un abrazo
Bellísimo texto, precioso. Hasta el final me has tenido intrigadísima. A mí ver el mar, la mar, me hace sentir muy viva, y dichosa, me emociona tremendamente.
ResponderEliminarUn abrazo Alfredo
Es bello el mar, lo reconozco: Pero a mí lo que me complace más y me arranca mas de una lágrima, són las montañas. Sentirme abrazada por ellas, durmiendo en un refugio de montaña; escuchar el viento que hace mover y silvar las hojas de los árboles. Mirar las estrellas, ver amanecer i esperar a que asome el sol de entre las más altas cumbres... Créeme que emociona.
ResponderEliminarNo te extrañe que las lágrimas fluyan ante la visión del mar. Por una rara coincidencia ambas, (mar y lágrimas) ,son saladas.
ResponderEliminarMe gustó tu entrada.
Un abrazo.
Me quedo con la última pregunta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ver el mar por primera a los sesenta años después de tantos de añoranza debe ser una sensación realmente capaz de provocar lágrimas de felicidad. Me ha gustado, mantienes la incógnita hasta el último momento.
ResponderEliminarPrecioso, precioso relato. Lo siento muy sincero y verídico porque conozco esa emoción vibrante que nace frente a un mar de rítmico oleaje
ResponderEliminar=)
El corazón no cuenta los años, las emociones se viven siempre intensamente si tienes un mínimo de sensibilidad y, a ti Alfredo, te sobre de eso, delante de la inmensidad del mar tu última pregunta cierra el relato con un bello broche.
ResponderEliminarBesos con cariño.
Si estuviera lejos... lo extrañaría, y lloraría de la emoción al reencontrarme con tanta inmensidad. A veces la cercanía, la presencia constante, hace que no valoremos del todo lo que tenemos, sin embargo, puedo asegurar, que aún viéndole con asiduidad, no deja de estremecerme su grandeza. Bello escrito, que se devela al final con una fuerza emotiva insuperable.
ResponderEliminarBesos! Y ha sido un gusto sumarme a tanta felicidad compartida!
Gaby*
No bien lo leí y disfruté una vez más de tus exquisitas y sensibles letras, recordé un cuento de un autor clásico uruguayo: Juan José Morosoli, Viaje hacia el mar. Es un cuento muy especial que se llevó al cine en una producción nacional(aquí cuesta mucho hacer cine y ese es un valor agregado). Leelo cuando puedas, te va a gustar.
ResponderEliminarSiempre es grato vivistarte y mucho más compartir tareas. Un besote bien grande, Alfredo.
Conocí el mar por primera vez siendo ya adolescente y la sensación fué muy parecida a la que describes. Desde entonces ha estado presente en mi vida y, siempre que puedo, me acerco a disfrutrarlo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Lo entiendo, aunque siempre he vivido tierra adentro, nunca he estado mucho tiempo separado del mar y, aún así cada vez que lo veo siento esa emoción. Y si no lo entendiera, comprendería igualmente el sentimiento de tu protagonista solo con tu narración, estupenda. Abrazos.
ResponderEliminarSí que impresiona esa grandeza y todo lo bello que lo envuelve. Yo cuando me planté frente a él se me escapó un !madre mía!
ResponderEliminarBueno acercarnos esta sensación compartida.
Besos.