Sábados de Mercedes. Diario íntimo de una Nevera
Mi primer dueño se llamaba, bar “El Ganxo” apodo con el que se conocía al barrio de Ruzafa de Valencia.
Esta humilde casa de comidas, miraba de reojo, no sin cierta envidia a la monumental Iglesia de San Valero, pretenciosa y siempre engalanada para las multitudinarias fiestas locales.
Me recibieron con la alegría juvenil de la que espera un juguete regalado, algo que se puede rentabilizar sin coste alguno, nuevo, brillante, con un nombre compuesto formado por letras cursivas blancas impresas sobre un fondo rojo sangre, nombre, que creía era el mío, pero que más tarde comprobé, que sólo hacía alusión al obligado contenido, pues esas eran las condiciones de la dádiva.
Me sentía joven, limpio, inmaculado y sobre todo capaz, muy capaz de enfriar hasta la congelación las botellas de cristal que se alineaban ordenadamente en mi interior.
Mi primer contacto con la electricidad fue a 125 voltios, suficientes para ronronear hasta la extenuación, sin perturbar el descanso de los parroquianos próximos. Mi interior se familiarizó con los botellines de contenido bermellón recién llegados de Atlanta,"Coca Cola" ...creo, que les llamaban, nombre que coincidía con el que de igual trazo yo lucía a lomos de mi armadura.
Fueron tiempos de calderilla y chapas, de pajita y vasos de tubo. tiempos de fidelidad y consecuencia.
Años después, un nuevo destino me alejaba de aquel local entrañable y junto con una máquina de “petacos” y dos molinillos de café, en un intercambio de mercadería barata, pasé a formar parte de los enseres eléctricos de una nueva familia: la cocina de la Agencia de transportes, “Los Veteranos” dedicada al alquiler con conductor de furgonetas descubiertas.
El desorden y el desánimo habitaron mi interior, botellas de diferentes tamaños y contenidos, gaseosas, zarzaparrillas, vino blanco a granel, agua de cebada, café del tiempo con canela y una variada colección de latas de atún, berberechos o mejillones, mi apéndice eléctrico, se sustituyo por otro de mayor voltaje, me injertaron en la parte posterior un transformador que alteró para siempre mi sonoridad, que se volvió mas ronca y entrecortada, comprobé que ya no me mimaban como antaño.
Hoy, no sé como he podido llegar hasta aquí, pero me temo que es el final, ya no estoy enchufado, lo cual me hace pensar que ya no es para enfriar para lo que se me necesita, el texto y el rojo están descoloridos y mis puertas cerradas para siempre, el nombre de este nuevo bar es extraño, diría que pone: ....“Chatarrería”
Mas cosas sobre las neveras, en la cocina de Dorotea
Esta humilde casa de comidas, miraba de reojo, no sin cierta envidia a la monumental Iglesia de San Valero, pretenciosa y siempre engalanada para las multitudinarias fiestas locales.
Me recibieron con la alegría juvenil de la que espera un juguete regalado, algo que se puede rentabilizar sin coste alguno, nuevo, brillante, con un nombre compuesto formado por letras cursivas blancas impresas sobre un fondo rojo sangre, nombre, que creía era el mío, pero que más tarde comprobé, que sólo hacía alusión al obligado contenido, pues esas eran las condiciones de la dádiva.
Me sentía joven, limpio, inmaculado y sobre todo capaz, muy capaz de enfriar hasta la congelación las botellas de cristal que se alineaban ordenadamente en mi interior.
Mi primer contacto con la electricidad fue a 125 voltios, suficientes para ronronear hasta la extenuación, sin perturbar el descanso de los parroquianos próximos. Mi interior se familiarizó con los botellines de contenido bermellón recién llegados de Atlanta,"Coca Cola" ...creo, que les llamaban, nombre que coincidía con el que de igual trazo yo lucía a lomos de mi armadura.
Fueron tiempos de calderilla y chapas, de pajita y vasos de tubo. tiempos de fidelidad y consecuencia.
Años después, un nuevo destino me alejaba de aquel local entrañable y junto con una máquina de “petacos” y dos molinillos de café, en un intercambio de mercadería barata, pasé a formar parte de los enseres eléctricos de una nueva familia: la cocina de la Agencia de transportes, “Los Veteranos” dedicada al alquiler con conductor de furgonetas descubiertas.
El desorden y el desánimo habitaron mi interior, botellas de diferentes tamaños y contenidos, gaseosas, zarzaparrillas, vino blanco a granel, agua de cebada, café del tiempo con canela y una variada colección de latas de atún, berberechos o mejillones, mi apéndice eléctrico, se sustituyo por otro de mayor voltaje, me injertaron en la parte posterior un transformador que alteró para siempre mi sonoridad, que se volvió mas ronca y entrecortada, comprobé que ya no me mimaban como antaño.
Hoy, no sé como he podido llegar hasta aquí, pero me temo que es el final, ya no estoy enchufado, lo cual me hace pensar que ya no es para enfriar para lo que se me necesita, el texto y el rojo están descoloridos y mis puertas cerradas para siempre, el nombre de este nuevo bar es extraño, diría que pone: ....“Chatarrería”
Mas cosas sobre las neveras, en la cocina de Dorotea
Pobre heladera todo lo que le toco en su vida, me gusto tu relato.
ResponderEliminarSaludos.
Ohhh que pena, terminó sus días en una chatarrería! Me gustó el periplo de esta heladera, tendrá mucho que contar a sus compañeros alli en su último destino. No todos los electrodomésticos pueden decir lo mismo ...
ResponderEliminarabrazos amigo
vaya vaya!...qué original la convocatoria de este sábado!...no estaba al tanto, pero la verdad no sé si me hubiera animado a escribir algo sobre este tema! jejeje
ResponderEliminarMuy bueno lo tuyo!...y el final bastante triste!...pero bueno, el reciclado puede ser un renacer! jajajaa
Lo estoy viendo, Alfredo, lo estoy viendo!!!!!
ResponderEliminarSé que sitios son, sé que nevera es, !la conozco!!!!
Uau!!!! la música, y es que estás al "loro", amigo, en todo....
plas, plas, plas, (aplausos).
Genial, maestro
Un besito
...y en un principio, una cree que una nevera (precio aparte) es igual que otra. Están apareciendo individualidades insospechadas (por mí al menos). Además me has hecho consultar el diccionario con lo de 'zarzaparrilla'. Debidamente refrescada por esa bebida (¿a qué sabe?) seguiré mi periplo bloguero.
ResponderEliminarAh, y me encantan esas neveras de carga superior y con el logo de CocaCola, sobre todo cuando se expresan con esa elegancia.
Un abrazo descongelado.
Hace tiempo que no veo una nevera de esas, buceaste hasta el baúl de los tiempos y rescataste momentos mágicos con el periplo de tu nevera.
ResponderEliminarBesotes.
Paola
Pobre nevera :(, terminar así después de haber prestado sus servicios.
ResponderEliminarEstos sábados literarios terminan aflorandome sentimientos hacia algunas cosas por las que antes no sentía. Voy a ir a darle un besito a mi nevera.
Besos!
Me acuerdo Alfredo de la nevera roja, se abría por arriba, llena de Coca, de refrescos, diseño sesentas, cerca de la playa, del chiringuito, 125 de corriente, !la edad média! ¿Cuantos años tendría entonces Michael J.? casi ya bailaba, cantaba y se contorsionaba con los Jackson Broder. Ayyy neverita roja, en la chatarrería, un coleccionista la compra por nostalgia, por la línea de sus formas redondeadas, los coleccionista, los fans, baten records comprando el video de Thriller, el de Bad, el mito, como si lo viera moviéndose sólo como él sabía...gracias Alfredo por el homenaje a la nevera, por el fondo sonoro.
ResponderEliminarPeter Pan que estás en???? Neverita olvidada, todo pasa.Un bsito,...natalí.
Los objetos también se hacen viejos como las personas, al principio los miman y después los arrinconan, es una pena.
ResponderEliminarMuy bien escrito tu relato, me ha gustado.
Un abrazo
Hola Alfredo.
ResponderEliminarNo tienes idea lo que ha supuesto para mí leer tu relato. Te has zambullido con fuerza en mis recuerdos y mi interior se ha salpicado de nostalgías.
Mi barrio de Ruzafa, en el que nací, La Iglesia de San Valero (me has dado una idea para una próxima entrada) las chapas en la via del tranvía, la "permitida" agua de cebada, esa destartalada furgoneta de "Los Veteranos", mis primeros encuentros con "la chispa de la vida"...Demasié Alfredo, demasié.
Como siempre, un escrito impecable.
Un fuerte y agradecido abrazo.
Maat
Me has hecho conocer un lugar nuevo de Valencia. La imagen de la heladerita es muy similar a una familiar que llenaba mi mamá para ir a la playa con refrescos para cenar en la noche en familia. Había pensado en esa heladerita cuando leí de la propuesta...
ResponderEliminarTe mando mi felicitaciones por tan buen relato y abrazo invernal que te refresque.
Qué barbaridad¡
ResponderEliminarque cantidad de tiempo había pasado sin ver la nevera de coca-cola, es una cosa entrañable de mi infancia.
Excelente relato, haciendo presente cosas importantes de otros tiempos.
Un abrazo.
Si la vida nos eleva a las cumbres, la muerte son los ríos que sangran la montaña; al final todos acabamos en la inmensa "oceanidad". Igual que esta entrañable nevera, que creía llamarse Coca Cola(genial apunte). Más tarde o más temprano, a todos nos espera el desguace.
ResponderEliminarComo siempre, Alfredo, un buen Sábado de Mercedes.
Saludos
Me ha encantado el recorrido por la vida de esta nevera. He cerrado los ojos y he podido verla, oirla y hasta tocarla con la imaginacion....yo conocí a una hermana gemela con la que comparti muchas tardes de mis veranos de niña. (mucho ha llovido desde entonces)
ResponderEliminarun beso
quien sabe, igual el nuevo sitio no estàn malo... la edad, de por sì ya es mèrito bastante.
ResponderEliminarAlfredo, un saludo,
Tèsalo
mientras avanzaba en tu texto no imaginaba me iba a encontrar con esa vieja heladerita,de la cual tengo muchos recuerdos de pequeño en las gradas de algun partido de futbol con mi padre,buen recuerdo y un gran homenaje a lo que alguna vez fuè.
ResponderEliminarabrazos desde este montevideo
Alfredo,
ResponderEliminarEsa nevera y yo hemos sido vecinas, hemos coexistido en el mismo barrio, los mismos lugares y hemos envejecido juntas.
Te prometo que si la encontrara en la chatarrería, la rescataria de allí,le devolvería su antiguo brillo y esplendor y la conservaria con mimo, le daría un lugar en mi terraza de verano, para que participase de mis mejores momentos con amigos y familia.
¿donde está esa chatarrería?
Besitos, Alfredo
teng0 46, p0r l0 tant0,mas que men0s, me ha s0nad0 l0 que dice ese frig0...ah0ra teng0 entre man0s un libr0:el p0lv0 de la luna, de muñ0z m0lina, en el se cuenatan hist0rias del ´69, de n puebl0 f¡ctici0: magina...sabes que tu relat0 y este libr0 me hacen rec0rdar, en principi0, aunque se de s0bra que l0s recuerd0s tienden a embellecer...tiemp0s mas felices,men0s c0mplicad0s...hay una cierta m0rriña...mas se de s0bra que es efect0 de una especie de ens0ñaci0n bien pintad0 p0r este gustav0...
ResponderEliminargracias,alfred0
Biografía y paseo por la vida de una nevera... Curiosa la forma en la que vino al mundo. La decadencia en la que llegó al final de sus días, no le resta glamour a esa nevera tan "viva". Todo deja de funcionar algún día, pero si mereció la pena, ahí queda su historia, para que la recuerden con cariño.
ResponderEliminarUn abrazo de museo.
Después de tu relato dan ganas de llevarte la nevera, restaurar su color rojo brillante y buscarle un rinconcito en casa donde pueda lucir su encanto. Con un cojín sobre su tapa, quedaría un asiento muy original.
ResponderEliminarAlfredo, escribes muy bien. Me gusta un montón.
Besos,
ese rojo pasión me sigue enamorando, si me das la dirección de la chatarrería me voy y me la llevo, aunque séa a precio de arcón de nogal...
ResponderEliminarBesos Alfredo, das siempre en la mismísima neurona del corazón