Este Jueves, Relato.
La habitación era oscura y fría. Un soplo tímido de luz se colaba por aquel enrejado ventanuco, cuya única hoja, no habría desde hacia años. Nunca había estado tan solo consigo mismo, su prolongada estancia en ese entorno solitario jamás le había deparado una jornada tan tristemente extraordinaria. Empezó con un viejísimo amontillado de Pedro Ximénez con el que acompañó un “Salteado” agridulce de frutos secos. En su soledad obligada se preguntaba, los ¿Porqué? de aquel irreversible destino y a los qué no sabía que responder. A continuación le sirvieron unas delicias de morcilla de Burgos con habitas salteadas que regó con un potente Pago de Carrovejas, viejo conocido de los barros de Peñafiel. Siempre le llamó la atención el maridaje que habían impuesto las modas en la restauración, del que nunca había sido partidario. Pensó, que ahora el ceremonial lo requería. Hizo girar la copa, movió en circulo el exuberante caldo y quedó con la mirada perdida buscando un cómplice con el que brinda