Carlos Gardel. Cotidianeidades de andar por casa
La leyenda dice que Carlos Gardel era argentino. Otras, igual de ávidas de protagonismo, presumen de su origen uruguayo; incluso los franceses, que quieren ser la novia en la boda y el muerto en el entierro, aseguran que nació en tierras galas. Leyendas urbanas al fin y al cabo, porque lo realmente cierto es que el cantante más importante de la historia del tango era y siempre será: ¡valenciano!
Corría el año 1890 y en el emblemático, tribal y
cosmopolita barrio de Benimaclet, vino al mundo un niño de mirada melancólica y
voz de lluvia. De familia humilde, fue bautizado en la iglesia de la plaza con
el nombre de Carles Fuster i Gardel. —Partida de nacimiento número 190/890 del 11 de diciembre
del citado año—. Sus padres, el Sr. Fuster y la señora Amparo Gardel, en edad
madura de prometer, prometieron a los pies de la Asunción de Nuestra Señora, hay
testigos —bueno, había— que ese niño jamás pasaría hambre y, aunque la vida se
les fuera en ello, marcharían a hacer las Américas para asegurar un futuro
respetable para su recién nacido.
Se entiende de buena fe, la obsesión de los
argentinos, uruguayos y franceses por adjudicarse la propiedad de tan
celebérrimo personaje, pero lamentándolo mucho —o casi nada— se trata
simplemente de casualidades producidas en su huida hacia la tierra prometida.
Sí, es cierto que el avión que trasladó a la familia Fuster Gardel despegó
desde Toulouse. También es cierto que aterrizó en Buenos Aires y su primer
domicilio fue en la Calle Uruguay, 162 —de ahí la confusión de los uruguayos—.
Pero la verdad, que da un giro total a la leyenda es esta carta —inédita hasta este momento— de Gardel a su abuelo paterno, que ratifica su origen valenciano y su añoranza de una tierra que nunca llegó a conocer —Ahora viene la carta—:
Buenos Aires, enero de 1925
Querido viejo de mi viejo:
¿Cómo estás? Desde que me
fui, triste vivo añorando el caminito amigo que me llevaba a la placita de la iglesia.
¿Os acordás vos de eso?
Hoy, acaricia mi ensueño el
suave murmullo de la fuente al suspirar. Mi viejo quiere que sea médico, psicólogo
para más señas, pero me resisto, ¡che!, porque creo que mi futuro está en la canción,
en el tango para ser más cabal. Quiero cantar adivinando el parpadeo de las
luces que a lo lejos van marcando mi retorno, las mismas que alumbran mi
querida Valencia. Mi Benimaclet añorado, cuando yo te vuelva a ver, no habrá
más penas ni olvidos...
Ahora mi viejo querido, te
dejo para irme a Palermo. Hoy corre el potrillo que siempre, justo en la raya,
afloja al llegar.
Un beso muy fuerte,
Carlos Gardel
¡Definitivo e Incontestable!
Qué bueno, Alfredo! me has sorprendido con esta leyenda que agrega otro eventual origen al inefable Carlitos! gracias por alimentar con tanto arte su nombre y su recuerdo. Te mando un abrazo grande, esperando que sigas bien.
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