Este jueves, relato: Grandes textos
«Aún entre los
demonios hay unos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele haber
alguno bueno»
(Mix cervantino y shakesperiano)
En un lugar del
Véneto, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un joven,
tonto y afortunado del que de cierto, poco se sabía, ensimismado y soñador, por
lo que los más de los ratos se daba a leer relatos de amor, alejándose en esta
suerte de toda acción, refriegas, juegos y curiosidades sobre el comportamiento
habitual de hombres y bestias.
Es pues de
saber, que de esta forma Romeo de Quijano, que así se llamaba, modeló en su
mente el sueño que la prosa almacenada en su cabeza había dibujado en forma de
hermosa dama. El joven sembró su casa con perlas impresas de lomo acartonado
que hablaban de enamoramientos, desengaños, dichas y desdichas, requiebros e
incluso cartas donde la razón de la sinrazón se empequeñecía ante la visión de
su diosa de humo.
Así, dejado en
sus pensamientos se le veía mañana tras mañana, a veces en franca ventaja
compitiendo melancólico con el rocío del amanecer y otras añadiendo a las nubes
sus nubes de suspiros. El joven tonto y afortunado, heredero de familia de
rango y poder, crecía ajeno al renovar de viejos odios apasionados con sus
vecinos de enfrente, familia rival, también de similar rango y poder.
Al atardecer, en
su mirador, abandonado en la mística contemplación del lento deambular de
carros y carretas, una imagen le sobresaltó electrificado —aunque, obviamente, él
desconocía el término—.
Qué y quién era
esa visión de su sueño en forma de hermoso aliento en sedoso cuerpo y escondida
alma que la bondad le había puesto a los pies de su balconada. Bajó presuroso y
abordó a su sueño, su sangre se alteró en sus entrañas y su voluntad quiso que
satisfacer la de ella fuera posible, a partir de ese instante, su única señora;
la de sus más escondidos pensamientos, su amada Dulcinea.
En esto, y en un
suspirar, los faunos y sílbanos acompañantes de la enamorada ninfa, reconocieron
al entrometido enemigo y prometieron venganza que llevarían a cabo con la
complicidad de la noche, los conflictos heredados, mancharían con sangre ajena el
amor que había nacido de sus propios odios.
Tenía el joven
tonto y afortunado en su casa un mozo de campo y plaza que pasaba de los
cuarenta, Mercurio de nombre y de apellido Panza, que lo armaba y le ensillaba
su rocín, orondo como pocos y sabio como ninguno y a pesar de ello no
sospechaba que sería el blanco del arbitrario castigo. El Fauno mató a Panza y Romeo lo vengó matando al Fauno.
Dulcinea abatida
y desconcertada por el destierro de su amante el joven caballero de triste
figura, tonto y en esta ocasión menos afortunado, decide consultar con su
confesor y este conviene en ofrecerle una droga que la someterá a un intenso
coma durante dos horas y diez minutos.
La comedia está servida.
La tragedia por consumarse...
Estupendo aporte el que nos traes, Alfredo, cuidadosa y original mezcla de dos clásicos que en cuanto a trascendencia y romanticismo se asemejan mucho. Muy bien lograda además la temporalidad del estilo, que remonta enseguida al lector hasta aquellos tiempos. Te agradezco mucho por sumarte a esta convocatoria. un fuerte abrazo
ResponderEliminarFabuloso texto que nos has dejado con ese grado de locura la justa para que te envuelva entre lo romántico y la aventura .
ResponderEliminarUn saludo
wommm !!!
ResponderEliminarfascinante historia, que me la imagine toda interpretada como en una obra de teatro, con sus distinguidas vestiduras y todo, de verdad me atrapo, FELICITACIONES !!!
Qué magnífico revuelto has logrado entre historias, nombres y hechos acaecidos. Perfecto el estilo para situarnos en otras formas de expresión. Servida está la comedia, y la tragedia, a punto.
ResponderEliminarUn beso.
Muy original. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola! ¡Wow! Qué maravilloso crossover nos has dejado leer. Me ha dejado fascinada y con ese final, no lo esperaba. Maravilloso.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Un registro más de los muchos y buenos que tiene usted señor Alfredo, original sin duda. Me gustó este toque quijotesco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una gran mezcla de estas dos preciosas novelas. Ahí está el principio y cada uno de nosotros interpretará su final.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Alfredo Cot:Me parece q eu tendré que imitar a San, y tratarte de Usted o mejor de Vos, caballero, pues escribís tales cosas que bien pudieran ser de un afamado autor, cuyo nombre me guardo, pero que sin duda vuestra sagacidad y proverbial inteligencia sabrá descubrir. Habeis compuesto una historia que en los tiempos que corremos, se suele llamar:"un max-mix", que viene a ser como contar vuestra batalla con los molinos mezclado con el baile en casa de Julieta y el amor apasionado del tonto del pueblo. A los piés de vuestra merced.
ResponderEliminarCHAPEAU, Alfredo!
ResponderEliminardelicioso, como tantas otras veces.