10 años sin Eduardo Chillida



En un extremo de la bahía donostiarra, a los pies del Monte Igeldo, instaló en 1977 Eduardo Chillida su obra preferida, el Peine del Viento, con tres espectaculares piezas de acero aferradas a las rocas y rodeadas del mar, ejemplo único de armonía entre arte y paisaje. "El mar tiene que entrar en San Sebastián ya peinado", bromeaba al contemplar cómo el viento sur levanta, ondula y riza la cresta espumosa de las olas que rompen impetuosas contra las rocas.


He visto niños y adultos jugando, acariciando y admirando sus hierros, aprendiendo de ellos a adivinar el alma de las cosas y disfrutando de sus formas y texturas, yo mismo me acerco a ellos siempre que viajo a San Sebastián y los toco, los miro, detengo la mirada en el horizonte donostiarra a través de sus densos y descriptivos vacíos.       


 

Comentarios

  1. Amigos, es mucho lo que le debo a la Obra de Eduardo Chillida, para que esta fecha me pase inadvertida y no desee compartirla con todos vosotros.

    Alfredo

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  2. Alfredo, bienvenida sea esta entrada. Veo superado un periodo en hermosa paz.

    Los hierros de Chillida son dignos de admirar, es una de las más hermosas creaciones para el aire libre. Casi podría compararlos a una composición musical.

    Un beso.

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  3. Asignatura pendiente para mí, Alfredo. Algún día también acariciaré esos hierros y contemplaré esas oquedades, esos vacíos entre ellos por donde el viento se peina. ¿Qué sería de la vida sin el arte, sin la belleza de la creación artística?.
    Un fuerte abrazo.

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  4. Viendo las imagenes, me viene a la mente la idea de eslabones rotos de alguna cadena.Sin duda esta obra resulta de una fuerza impactante, la desconocía, como también a su creador.

    Me alegra tenerte por aquí otra vez, Alfredo. Me gustaría que no se tratara de un hecho aislado.
    Un fuerte abrazo!

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  5. He tenido el privilegio de estar allí. Lo hice con devoción, con respeto, con admiración, en una especie de culto por el artista, su obra y el espectáculo del mar desplegado con bravura sobre esa maravillosa costa.
    Mientras contemplaba el paisaje, me asombró ver acercarse a una mujer decidida y firme hacia uno de los peines, tocarlo, inclinarse, emocionarse y retirarse con la misma discreción con que llegó. Sin fotografías ni alboroto. Aun sin saber su historia, la acompañé en esa ceremonia y en su emoción: todo allí justifica ese gesto recogimiento y extrema sensibilidad.

    Gracias por brindarme un lugar en tu espacio para homenajear al maestro.

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  6. Diez años sin Chillida pero una eternidad atrapando espumas entre sus dedos tenazas o escuchar la brisa en lo alto, dentro de una concha de cemento se elogia al horizonte, no nos falta Chillida, permanece.
    Una alegría volver a leerte siempre que te apetezca, tiempo al tiempo peinando instantes y atrapando momentos. Besito contento, aún me acuerdo de la espuma salpicada en mi rostro en esa esquina de los vientos.

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  7. Estas imágenes que nos traes nos acercan a esa obra maravillosa. Hasta el nombre es bello, El peine del viento. Él no está, su obra sí permanecera siempre guardando su esencia.
    Un abrazo Alfredo.

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  8. Gracias Alfredo por este regalo que nos haces, por lo pronto para mí, que estoy lejos, es un modo de acercarme a su obra y descubrirla. Da esa sensación de cadena rompiéndose para que el mar se abra camino... una belleza!
    Un gusto verte por acá!
    Besos:
    Gaby*

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