El cuarto caballo, es Blanco
Si ella, no recuerda esta historia es normal, está muerta. No muerta de vivir, sino muerta de ser.
La última vez que miró a Luis le dijo: -no te preocupes, me tomé el antabus-, a lo que él respondió: -Eso, no es la solución, tan sólo es una herramienta más-.
Pero Paula, en un engañoso alarde de autosuficiencia, murmuró entre blasfemias, que aquello estaba controlado.
El pegajoso verano, con sus lentos y bochornosos días, la obligó a modificar sus pautas de comportamiento.
El día pasó a ser un largo sesteo, dedicado exclusivamente al descanso de un maltrecho cuerpo y a imaginar estímulos para un alma que cada vez le pertenecía menos.
La noche, la convirtió en un peligroso espectáculo. Bastardos de todo tipo, se daban cita en oscuros antros en medio de una vorágine de sexo, drogas y alcohol.
De madrugada, descompuesta, regresaba a casa sin intención alguna, simplemente arrastrada por una inercia intuitiva que la ponía en su cama sin que recordase detalles del camino recorrido.
Aquella noche, con la luna retirándose, Paula conoció la crudeza de una nueva paranoia, su presencia y el terror que la acompañaba.
Ebria de todo, giró la cabeza en busca de una simpleza que llevarse a la mente, pero la noche le respondió con un denso silencio. La sentía más próxima tal y como se acercaba a su casa, una sombra sin cuerpo, un ruido sin objeto, una proximidad impalpable.
El alcohol y la cocaína, le nublaban la razón y su ansiedad crecía por segundos. Era miedo a nada y a todo, miedo a ella y a la obstinación inconsciente, propia de tan traidora rutina. Pronto, si recordaba el camino estaría en su casa y el fantasma quedaría atrapado entre la humedad de su jardín.
Abrió la puerta al tercer intento y el viento se coló entre los pliegues de su falda, se oía a si misma andar, respirar, y se extrañaba, como si no fuera ella. Buscó un rincón en su habitación y sin desvestirse se protegió contra el estuco veneciano. Se sentía invadida, doblada por una forma traslúcida que repetía en centímetros su yo más lúcido, y multiplicaba por miles su imagen que giraba sin control en el techo de la alcoba.
Paula, no despertó aquella mañana, al menos para seguir siendo y si lo hizo, fue en el Infierno, sin despedirse de nadie, salvo de aquello que ella pensó que le seguía, pero que hacía tiempo anidaba en su cuerpo y que seguro será lo único que la acompañe para siempre.
Foto: Iban Ramón
Quiero creer que no está muerta realmente, que todavía falta mucho, que la vida siempre puede más con esta hija de su madre que son todas las adicciones.
ResponderEliminarEn fin. una vez más me conmueves, tanto que soy capaz de odiar de lo que hablas.
Un fuerte abrazo.
Pienso que estaba muerta en vida, quizas ahora se haya librado de ese castigo. El infierno lo pasó aqui, quizas ahora esté en el cielo de los incomprendidos, enfermos, desgraciados...
ResponderEliminarrelato conmovedaor Alfredo.
Un beso.
La muerte ya era su compañera hace tiempo...
ResponderEliminarDesde que todo dejó de importarle, desde que su vida se ciñó a alimentar las llamas del infierno que poco a poco la iba consumiendo...
La soledad, el abandono, la obnubilación...el refuguio permanente...
Vvivir sin vida, no sentir....
Y se marchó...¿en busca de la libertad?
En busca del silencio, de la paaz....
Precioso relado, Alfredo.
Un besito
Despedirse de lo que te persigue y no poder porque lo tienes dentro de ti, puede ser la peor de las pesadillas y la peor de las muertes en vida.
ResponderEliminarMuy bueno, muy crudo y muy real.
Demasiadas personas creen hallar remedio nublando su mente, el problema es cuando además se nubla su cuerpo y deja de funcionar coherentemente.
Abrazos y buen fin de semana.
Seguramente el adicto no siente miedo a la muerte, ya está jugado, la está esperando. Para sobrevivir en ese estado, es mejor estar muerto. O quizas no, quizas sea mejor estar vivo a como dé lugar ... no sé, una vez me dijeron que para opinar sobre adicciones hay que haber estado alli, sino es una opinión muy vacía, muy pour la galerie. Y creo que es una idea bastante acertada.
ResponderEliminarDuro relato, bien armado
un abrazo
con tu maestría habitual Alfredo, pero hoy me traes duros recuerdos de gente que se quedó en el camino, quiero pensar, como dice maria josé moreno, que el infierno lo pasaron aquí, y que al fín encontraron descanso y paz...
ResponderEliminarel otro dia, me refiero al jaloguin, me uedaste apenas sin palabras...y ahora, al terminar de leerte, pensaba que este relato tambien lo podias haber metido en el jaloguin...asi, sin mas, pues el teror camina en forma de caballo blanco o en forma etilic o en forma...
ResponderEliminarsaludos, amigo.
contradicciones vida muerte, excelente.
ResponderEliminarHola, Alfredo.
ResponderEliminarEs un relato desgarrador, pero tremendamente real. Empiezan diciendo "yo esto lo controlo" y al final, los controlados son ellos. Dura la vida por esos caminos. ¿Qué se puede hacer?
Un abrazo, Alfredo.
Maat
Me ha gustado mucho, Alfredo.
ResponderEliminarAlfredo,
ResponderEliminar¡¡ chapeau!!!!!
Besitosss