Este jueves, relato: Un pecado capital, Soberbia
Tomasa fue requerida al centro escolar para
recibir la primera protesta seria por el comportamiento de su hijo. La soberbia
de Carlos empezaba a preocupar a su maestro que, veía en él, una actitud más
grave que las habituales travesuras a las que le tenía acostumbrado. Con tan sólo 12 años, desconocía el
significado de la palabra soberbia. Su madre, Tomasa, tampoco lo sabía.
-Señora... ¡su hijo es soberbio!
-¿Sober... qué?
-Soberbio, arrogante, vanidoso...
-No entiendo -argumentó Tomasa, haciéndose la despistada.
-Pues es muy sencillo, Carlos se cree superior a sus compañeros, es orgulloso y se valora en exceso; y esa soberbia le está enfrentando y distanciando del resto de los alumnos.
-Pero... si mi Carlitos, en casa, se porta muy bien: ayuda en la cocina, controla a sus hermanos. ¿Y las notas. qué me dice de las notas... son buenas no?
-Sí, pero estos días, me están llegando muchas quejas, ayer por ejemplo, quitó a empujones a un compañero para sentarse él, al lado de una chica en el banco del patio; el compañero acabó en el suelo con moratones y él, presumió ante los demás de su condición de macho protector y privilegiado.
-Y... ¿qué quiere que haga?
-Tiene que hablar con él.
-¿Y qué le digo?
-Que la soberbia no es una virtud de la que vanagloriarse, sino todo lo contrario. Nada tiene que ver con la valentía o superioridad que lo pone por encima de los demás.
-Lo intentaré, pero le advierto que mi Carlitos... a pesar de su edad ¡es muy hombre! y entre nosotros... ¿a Ud. no le parece que es más listo que los demás?
-Señora... ¡su hijo es soberbio!
-¿Sober... qué?
-Soberbio, arrogante, vanidoso...
-No entiendo -argumentó Tomasa, haciéndose la despistada.
-Pues es muy sencillo, Carlos se cree superior a sus compañeros, es orgulloso y se valora en exceso; y esa soberbia le está enfrentando y distanciando del resto de los alumnos.
-Pero... si mi Carlitos, en casa, se porta muy bien: ayuda en la cocina, controla a sus hermanos. ¿Y las notas. qué me dice de las notas... son buenas no?
-Sí, pero estos días, me están llegando muchas quejas, ayer por ejemplo, quitó a empujones a un compañero para sentarse él, al lado de una chica en el banco del patio; el compañero acabó en el suelo con moratones y él, presumió ante los demás de su condición de macho protector y privilegiado.
-Y... ¿qué quiere que haga?
-Tiene que hablar con él.
-¿Y qué le digo?
-Que la soberbia no es una virtud de la que vanagloriarse, sino todo lo contrario. Nada tiene que ver con la valentía o superioridad que lo pone por encima de los demás.
-Lo intentaré, pero le advierto que mi Carlitos... a pesar de su edad ¡es muy hombre! y entre nosotros... ¿a Ud. no le parece que es más listo que los demás?
Un buén ejemplo de aquello que dice: De lo que se come se cria. O cria cuervos..... que viene a ser lo mismo.
ResponderEliminarBuen plateamiento y diferente pecado que elegiste, que ya es un puntazo. Saludos amigo Algredo
¿A quién se parecerá Carlitos?
ResponderEliminarDicen que de tal palo... así ha salido Carlos... soberbio como la madre...
ResponderEliminarMuy buena forma de desgranar este pecado capital...
Besines...
Pobre Carlitos, lo suyo no tienen remedio, pero estoy recordando algunos personajes actuales y muy nobles que la soberbia ya les acompañó en el colegio.. Abrazos
ResponderEliminarResultó que era la madre, sin conocer la palabra, la alentadora de ese comportamiento.
ResponderEliminarSiempre he pensado que en la crianza está la forma más rápida de regar el germen de lo que llega a convertirse en pecado.
ResponderEliminarUn abrazo
Me da a mi que no va a existir mucha colaboración por parte de la familia...
ResponderEliminarComo me parece que conversaciones semejantes no se producen en los colegios, sí lo que dicen los docentes, pero las contestaciones de los familiares son más, digamos, soberbias.
Un fuerte abrazo.
Muy bien Alfredo, los pecados son como las leyes, el hecho de no conocerlos no implica que no los tengas que cumplir. En este caso, la madre, a pesar de no saber el significado de la palabra sin duda inculcaba a su retoño ese comportamiento. A pesar de ser un relato ligero incluso con un tono ligeramente humorístico, al final nos hace reflexionar sobre la educación que damos a nuestros hijos.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar
Un beso
Y el problema estaba en la raíz, veo difícil que puedan solucionarlo facilmente.
ResponderEliminarLa soberbia es más que un pecado, un estado enfermo del alma.
Un abrazo.
Soberbia que Carlitos heredó de su madre, a pesar de que ella parecía desconocer su existencia. Buen relato.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy bueno, con una madre así, no podría haber sido de otra manera. Es triste la soberbia... :)
ResponderEliminarMuchos besos
Ainsssss.... con este relato podría escribir por horas!! ...si habré escuchado eso "¿pero cómo? ...si mi hijo en casa es un angelito!" ...y sí, muchas veces los que estamos de este otro lado, cuando "recibimos" a los padres es como que entendemos un poco más ..."la manzana no cae muy lejos del árbol", dicen. Muy buen aporte.
ResponderEliminarUn beso.
De tal palo, tal astilla. ¿Se darán cuenta algunos padres que ellos son los transmisores de valores a los hijos?.
ResponderEliminarBuen enfoque para enfrentarnos a ese pecado de soberbia, heredado en este caso.
Un fuerte abrazo.
Claro, y es que los pecados capitales no se heredan sino que se aprenden. Menudo principito tuvo que ser cuando era más pequeñito, igual que la madre. Un relato que puede ser calificado de didáctico para todos quienes lo lean.
ResponderEliminarUn abrazo Alfredo
jajaja...genial...aparte de la soberbia, el orgullo de madre de Tomasa...ágil, y perfectamente llevado...pero con poso...como los buenos vinos, qué buen relato
ResponderEliminarUn abrazo
jajaja...genial...aparte de la soberbia, el orgullo de madre de Tomasa...ágil, y perfectamente llevado...pero con poso...como los buenos vinos, qué buen relato
ResponderEliminarUn abrazo