Entradas

Este jueves, relato: Historias olvidadas

Imagen
                                                                                                                            Tésalo (Luis Arias) En el prólogo del libro «Este jueves, relato, I» —Ejercicio narrativo que fija en fecha y papel las inquietudes de nuestro grupo—, su creador Luis Arias, más conocido por Tésalo, en un alarde de abstracción reflexiva, subrayaba estas pequeñas joyas: «Una convocatoria es un abrazo, por lo tanto no hay lugar en ellas a imposición alguna». «La vocación, ¡por fin!... ella es la clave». «He sido de ti, como has sido de mí a lo largo de estos años, nos hemos hecho uno y otro cada jueves». Casi diez años después, nuestros blogs siguen escupiendo convocatorias y respuestas en un bucle que no parece tener fin. Desde mi blog, en esta ocasión, me tomo la licencia de lanzar al aire este «Recuerdo juevero»,   homenaje al padre de la criatura: «Querido Tésalo, este jueves próximo podría ser más o menos el que hace 440. Mucha batería se ha consumido

Este jueves, relato: Reuniones

Imagen
  Colores para la Navidad .   El primero en llegar fue el rojo, serio, elegante, luminoso; era el responsable de la reunión. También era el más relevante, cabeza visible y portador de emociones y sentimientos, parecía que todo giraba a su alrededor. Cuidadoso y pulcro ordenaba sobre aquella superficie transparente los guiones personalizados que mas tarde repartiría con la precisión de otros años. En segundo lugar llegaron, juntos, el amarillo y el verde. Alegres, vivos y frescos, canturreando por lo bajo algo de una zarzuela que no llegué a reconocer. Ambos con cometidos diferentes: el primero para enlazar, envolver, atar los buenos deseos y proporcionar la fortuna soñada y, el otro, el verde, como soporte o fondo, algo así como la esperanza en forma de espacio escénico donde se sucedían los momentos de más fuerza interpretativa, ambos sabían de la importancia de su papel, aunque sólo fuese un papel secundario. El dorado entró, aún sin haberse cerrado la puerta, vestido de trig

ESte jueves, relato: Monólogos

Imagen
  Hoy he despertado con raras vibraciones. El aire transmitía partículas invisibles de inquietud que se sentían como diminutos cristales de nieve golpeando en mi cabeza. ¡Maldito confinamiento! Hasta Pavarotti, mi canario de volar por casa, que todas las mañanas ameniza mi baño con melodías varias, ha quedado mudo y sordo al mismo tiempo. He minimizado la situación achacándola a algún fenómeno esotérico de difícil explicación y me he lanzado al agradable ritual del desayuno que se compone de un par de esplendidas madalenas, un café con leche con una cucharada de azúcar. El verdadero caos ha venido de la mano de lo más próximo: las magdalenas habían endurecido inexplicablemente, la leche, abierta del día anterior, presentaba en su superficie unas sospechosas manchas de color y olor rancio y, el azúcar —porque ponía "AZÚCAR"—, era sal. Algo había en el ambiente que lo hacía indisciplinado, desobediente, raro de cojones. He intentado no perder los nervios. He puesto la telev

Este jueves, relato: Relojes

Imagen
  Apunta el día cuando salgo del hotel. Las calles aún están vacías. Mi primer objetivo es comprar un reloj en el centro Apple de la Quinta Avenida. Una hora más tarde, después de traspasar datos, configurar y agendar contactos, comienza mi aventura por la ciudad más frenética del mundo: «Ride the Wave» —«Cabalgar en la cresta de la Ola»—.   Estreno reloj, un Apple Watch Nike de color gris mar revuelto. Una y otra vez me pregunto cuánto de verdad tendrán las excelencias que el empleado ha argumentado en su venta. 9:00h. La alarma me avisa con una agradable vibración en mi muñeca mientras suena Cecilia Krull dibujando en el fondo de la minúscula pantalla un bello y endiablado cielo rojo. La sugerencia digital empieza con una visita a la primera planta del Time Warner Center, la diminuta pantalla confirma una reserva para un completo desayuno en Dean & DeLuca. A la salida paga Apple, o al menos lo parece. 10:30h. Con la manga de mi camisa escondiendo —a propósito— el recién

Mi «Plaza ...» cumple años

Imagen
El blog «La Plaza del Diamante» cumple 13 años. 13 razones (una por año) para celebrarlo: 13 años de vínculos reales en un entorno virtual. 13 años de milagrosa supervivencia en un medio fugaz y veloz. 13 años de soñar, arriesgar, omitir, gritar, reivindicar y errar. 13 años de descubrir corazones e imaginar caras. 13 años alimentando un proyecto frívolo que me sigue enamorando. 13 años de imaginar y mezclar palabras sin olvidar mi origen e identidad. 13 años de aprender de tontos y enseñar a listos. 13 años de compartir halagos, casi siempre por casi nada. 13 años garabateando retóricos escritos y desmedidas ficciones. 13 años acusándome, con y sin motivo, de escribir e ir a mi aire. 13 años de aparecer y desaparecer —Como el Guadiana—. 13 años de mirar hacia adelante sin olvidar mi sombra. En fin, 13 años de locura internáutica compartida.  Y es que, mi Plaza y yo, somos así. Gracias por estar. Alfredo..., el de la Plaza del Diamante.    

Este jueves, relato: La muerte

Imagen
  La muerte, no muerte. La muerte, anunciada , golpeó de repente. Fue una triste madrugada de sábado. Pensaba que todo era una misma vida; sin embargo, cuando esa parte de mi cuerpo se desprendió del resto, me sentí mutilado. Algo se le había descolgado y, no obstante, seguía caminando. En mi corazón el trozo más grande que me quedaba continuó latiendo. Pensando que en cualquier momento mi descompensación me daría de bruces en el suelo. Estaba falto de equilibrio, sorprendido por la ausencia de entendimiento y por un futuro al que se le aca­baban de extraviar algunos objetivos vitales. Faltaba la refe­rencia, el norte, y el castillo se desbarataba hasta derrumbarse a pedacitos. Caí en redondo. Sabemos que a todos nos toca, pero yo lo había olvi­dado. Somos llamados según una nómina que solo el ene­migo conoce. Mientras se espera el turno, en voz baja, in­ventamos un pasado que a duras penas encaja en nuestro desenfocado presente. Antes de ingresar a este último sector teníamos nomb

Anochecer en Valencia

Imagen
                                                       Anochecer en Valencia   El anochecer de Valencia tiene el color del flan. Amarillo tostado que, generosamente, se refleja en las fachadas a medida que el sol cae y amenaza con esconderse entre las montañas del interior tras los picos de la Sierra Calderona. Todavía a unos minutos de desaparecer hasta mañana, el sol mancha las nubes con esa parte tostada sedimentada en el fondo de la flanera que descubre sus sabores concentrados. Dorados que dejan constancia de un día luminoso en cúmulos anaranjados que se resisten a oscurecer. Antes, la tarde dio los azules que buscara Sorolla para manchar el blanco de sus lienzos y que juntos, blancos y azules, acompañarán en una esplendorosa mañana de playa el paseo de Clotilde y su hija. El anochecer en Valencia es solo una excusa para pintar una fiesta de colores vibrantes en un estilo suelto y vigoroso. Un lujo al alcance de pocos. Relato del libro «Tal como eran» (Alfredo Cot) Fo

Este jueves, relato: Sobre los libros que leemos.

Imagen
                                                         ¿Un libro en pleno proceso de escritura, lo es? Mejor aún, ¿Lo es un libro que está escrito pero no publicado? Mejor todavía ¿Un libro que publicado y no leído, lo es? Tal vez, ¿lo es solo para el autor? ¿Es un libro, su primera página? ¿Su primer capítulo? ¿Lo es solo el título? ¿Es acaso solo esto, por sí solo, un libro?:  « Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». ¿Tal vez esto?:   «Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encont

Este jueves, relato: Encuentro con mi pasado

Imagen
                           Encuentro con mi pasado. Echo la vista atrás y veo un gran contenedor. Un cubo de cristal de evidentes y enormes seis lados y cuyo interior está casi lleno. Lo examino de reojo dando vueltas alrededor de él.  Me puede la curiosidad. Es un cubo sobredimensionado.  De sus paredes transparentes cuelgan, entre otros objetos, fotografías en brillo poliesterizado de gran formato. Todas ellas representan la perspectiva de un espacio delimitado de cristal y, ocupando su interior, los más diversos objetos.  Me sobrecoge una extraña y mágica visión que provoca un sinfín de reflexiones. Me veo en él.    Me descubro y me distingo espontáneamente perfilado.  Dentro y fuera.  Fuera, espectador de mis recuerdos y dentro, vacío para recibir y alojar en mi interior lo que sea de menester. Las fotos vuelcan emociones, pasiones, traiciones, gente y más gente que empuja y codea por situarse bien; otros, los menos, seres queridos a los que no quiero perder de vista y en un rinc

Isas y Folías

Imagen
Tarde de Domingo. La vorágine de películas, deportes y telediarios me ha dejado hundido en el "tres plazas" de chinilla granate. A lo largo del día he fabricado campeones, odiado a políticos, soportado publicidad, compartido paella y devorado gintonics.  La película de la tarde es un atentado al buen gusto. Zapeo; ésta no, que es de sangre regalada y tiros gratuitos, esta tampoco que es muy "ñoña", esta ni hablar, ya la he visto.  Y en ese ejercicio tan cuestionable como socorrido que es el “Zapeo” sintonizo con la Televisión Canaria y...   ¡ Oh, sorpresa! Un grupo de niños cantan Folías, detengo el pulgar durante unos segundos y mantengo el dedo en el aire, como desubicado, esperando un segundo sobre el mando para seguir; pero la melodía tiene algo,  la escena tiene algo,  los niños que cantan tienen algo que, acompañados al son de timples, violines y guitarras, me descubren y recuerdan lo más  trascendente del folklore canario. Son voces primarias, limpias y poten

Este jueves, relato: Insumisos

Imagen
            Que nada hay donde miran tus ojos. Que hacia dónde vas nadie te espera. Que eres cautivo de quimeras aún adolescentes. Que es inútil el gesto de tu corazón aún demasiado valiente. Que no habrá manos para las tuyas, si están vacías por bondad... Así te amo, insumiso a las armas. Así te amo, si el coraje no deja que sometas a nadie. Porque ni sabes ni quieres aprender el terror; porque no sientes ni crees en el odio para tus proyectos de amor; porque no eres la chatarra de un robot asesino; porque imaginas la paz más allá de un mercado entre verdugos. Siempre hay una primavera que nos espera más allá del sueño... Así te amo, insumiso a las armas. Así te amo, si el coraje no deja que te sometas a nadie. Letra y música: Lluis Llach   Más sobre insumisos en el blog de Inma.   

Este jueves, relato: ¡Queridos profes!

Imagen
Este jueves, relato: ¡Queridos profes! Don Félix se tapaba la boca para hablar; no sé si para moderar el comentario, para revelar en cómplice generosidad su sabiduría o para asustar con premeditación dejando ver un hilo de voz gruesa y ronca a través de sus dedos. Su boca, medio oculta, escupía y sentenciaba frases hechas con derechos de autor pertenecientes a terceros desconocidos y, en contra de lo que se podría pensar, estaban exentas de drama y cargadas de ternura. Su corbata, descolgada, de lazo gigante y suelto, tapaba una camisa blanca palidecida, escondiendo la falta de uno o dos botones que delataban la presencia de un escapulario de origen ignorado. Rodeaba su cintura una correa de piel marrón con agujeros a la vista que revelaban una considerable merma en la circunferencia de su vientre. Don Félix era de los del Cara al Sol cada mañana —para fortalecer la formación del espíritu nacional, decía—, y de la vara de medir —para mantener la atención a golpes rápidos y d

Este jueves, relato: Objetos

Imagen
Objetos. Costura. El local, en principio pequeño, estaba atestado de artículos delicados ordenados en estantes y pequeñas cajas transparentes que dejaban entrever todo tipo de carretes de hilo, cintas de medir, botones, blondas y un sinfín de productos de pasamanería Ella, mientras hablaba, seguía cosiendo, pespunte tras pespunte, hilván tras hilván. Los ojos perseguían la aguja haciéndola coincidir con la tela, primero, y después con la superficie metálica del dedal. Una y otra vez enhebraba la aguja llevándose el hilo a la boca donde lo cortaba con los dientes. Por la noche, solía hacer los encargos de la modista del centro. Eran los momentos de mayor paz y concentración. El silencio de la noche era inspirador, y yo, al fin y a la postre, acabaría durmiendo en unos minutos. Los encargos de la señorita Julia le permitían adentrarse en un universo de lujo; con esas prendas entre sus manos podía soñar, y la noche, para esos sueños, era lo mejor. Con frecuencia me preguntaba qu

Este jueves, relato: Participantes

Imagen
M Y r i A M M ó N I c a G a B I L a n T E C e C Y C A M p i R e L A D i V a d e N o c H E M O L i d e L C a n Y E R M a R í a J o s É A L f R e d A L b a d A D O s V í c T O R M ağ a de Q a M a r M A r í A L i B E R o n a D e M I u r g o M u j E R D E N e g R o A L f r e D o