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Este jueves, relato: La muerte

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  La muerte, no muerte. La muerte, anunciada , golpeó de repente. Fue una triste madrugada de sábado. Pensaba que todo era una misma vida; sin embargo, cuando esa parte de mi cuerpo se desprendió del resto, me sentí mutilado. Algo se le había descolgado y, no obstante, seguía caminando. En mi corazón el trozo más grande que me quedaba continuó latiendo. Pensando que en cualquier momento mi descompensación me daría de bruces en el suelo. Estaba falto de equilibrio, sorprendido por la ausencia de entendimiento y por un futuro al que se le aca­baban de extraviar algunos objetivos vitales. Faltaba la refe­rencia, el norte, y el castillo se desbarataba hasta derrumbarse a pedacitos. Caí en redondo. Sabemos que a todos nos toca, pero yo lo había olvi­dado. Somos llamados según una nómina que solo el ene­migo conoce. Mientras se espera el turno, en voz baja, in­ventamos un pasado que a duras penas encaja en nuestro desenfocado presente. Antes de ingresar a este último sector teníamos nomb

Anochecer en Valencia

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                                                       Anochecer en Valencia   El anochecer de Valencia tiene el color del flan. Amarillo tostado que, generosamente, se refleja en las fachadas a medida que el sol cae y amenaza con esconderse entre las montañas del interior tras los picos de la Sierra Calderona. Todavía a unos minutos de desaparecer hasta mañana, el sol mancha las nubes con esa parte tostada sedimentada en el fondo de la flanera que descubre sus sabores concentrados. Dorados que dejan constancia de un día luminoso en cúmulos anaranjados que se resisten a oscurecer. Antes, la tarde dio los azules que buscara Sorolla para manchar el blanco de sus lienzos y que juntos, blancos y azules, acompañarán en una esplendorosa mañana de playa el paseo de Clotilde y su hija. El anochecer en Valencia es solo una excusa para pintar una fiesta de colores vibrantes en un estilo suelto y vigoroso. Un lujo al alcance de pocos. Relato del libro «Tal como eran» (Alfredo Cot) Fo

Este jueves, relato: Sobre los libros que leemos.

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                                                         ¿Un libro en pleno proceso de escritura, lo es? Mejor aún, ¿Lo es un libro que está escrito pero no publicado? Mejor todavía ¿Un libro que publicado y no leído, lo es? Tal vez, ¿lo es solo para el autor? ¿Es un libro, su primera página? ¿Su primer capítulo? ¿Lo es solo el título? ¿Es acaso solo esto, por sí solo, un libro?:  « Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». ¿Tal vez esto?:   «Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encont

Este jueves, relato: Encuentro con mi pasado

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                           Encuentro con mi pasado. Echo la vista atrás y veo un gran contenedor. Un cubo de cristal de evidentes y enormes seis lados y cuyo interior está casi lleno. Lo examino de reojo dando vueltas alrededor de él.  Me puede la curiosidad. Es un cubo sobredimensionado.  De sus paredes transparentes cuelgan, entre otros objetos, fotografías en brillo poliesterizado de gran formato. Todas ellas representan la perspectiva de un espacio delimitado de cristal y, ocupando su interior, los más diversos objetos.  Me sobrecoge una extraña y mágica visión que provoca un sinfín de reflexiones. Me veo en él.    Me descubro y me distingo espontáneamente perfilado.  Dentro y fuera.  Fuera, espectador de mis recuerdos y dentro, vacío para recibir y alojar en mi interior lo que sea de menester. Las fotos vuelcan emociones, pasiones, traiciones, gente y más gente que empuja y codea por situarse bien; otros, los menos, seres queridos a los que no quiero perder de vista y en un rinc

Isas y Folías

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Tarde de Domingo. La vorágine de películas, deportes y telediarios me ha dejado hundido en el "tres plazas" de chinilla granate. A lo largo del día he fabricado campeones, odiado a políticos, soportado publicidad, compartido paella y devorado gintonics.  La película de la tarde es un atentado al buen gusto. Zapeo; ésta no, que es de sangre regalada y tiros gratuitos, esta tampoco que es muy "ñoña", esta ni hablar, ya la he visto.  Y en ese ejercicio tan cuestionable como socorrido que es el “Zapeo” sintonizo con la Televisión Canaria y...   ¡ Oh, sorpresa! Un grupo de niños cantan Folías, detengo el pulgar durante unos segundos y mantengo el dedo en el aire, como desubicado, esperando un segundo sobre el mando para seguir; pero la melodía tiene algo,  la escena tiene algo,  los niños que cantan tienen algo que, acompañados al son de timples, violines y guitarras, me descubren y recuerdan lo más  trascendente del folklore canario. Son voces primarias, limpias y poten

Este jueves, relato: Insumisos

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            Que nada hay donde miran tus ojos. Que hacia dónde vas nadie te espera. Que eres cautivo de quimeras aún adolescentes. Que es inútil el gesto de tu corazón aún demasiado valiente. Que no habrá manos para las tuyas, si están vacías por bondad... Así te amo, insumiso a las armas. Así te amo, si el coraje no deja que sometas a nadie. Porque ni sabes ni quieres aprender el terror; porque no sientes ni crees en el odio para tus proyectos de amor; porque no eres la chatarra de un robot asesino; porque imaginas la paz más allá de un mercado entre verdugos. Siempre hay una primavera que nos espera más allá del sueño... Así te amo, insumiso a las armas. Así te amo, si el coraje no deja que te sometas a nadie. Letra y música: Lluis Llach   Más sobre insumisos en el blog de Inma.   

Este jueves, relato: ¡Queridos profes!

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Este jueves, relato: ¡Queridos profes! Don Félix se tapaba la boca para hablar; no sé si para moderar el comentario, para revelar en cómplice generosidad su sabiduría o para asustar con premeditación dejando ver un hilo de voz gruesa y ronca a través de sus dedos. Su boca, medio oculta, escupía y sentenciaba frases hechas con derechos de autor pertenecientes a terceros desconocidos y, en contra de lo que se podría pensar, estaban exentas de drama y cargadas de ternura. Su corbata, descolgada, de lazo gigante y suelto, tapaba una camisa blanca palidecida, escondiendo la falta de uno o dos botones que delataban la presencia de un escapulario de origen ignorado. Rodeaba su cintura una correa de piel marrón con agujeros a la vista que revelaban una considerable merma en la circunferencia de su vientre. Don Félix era de los del Cara al Sol cada mañana —para fortalecer la formación del espíritu nacional, decía—, y de la vara de medir —para mantener la atención a golpes rápidos y d

Este jueves, relato: Objetos

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Objetos. Costura. El local, en principio pequeño, estaba atestado de artículos delicados ordenados en estantes y pequeñas cajas transparentes que dejaban entrever todo tipo de carretes de hilo, cintas de medir, botones, blondas y un sinfín de productos de pasamanería Ella, mientras hablaba, seguía cosiendo, pespunte tras pespunte, hilván tras hilván. Los ojos perseguían la aguja haciéndola coincidir con la tela, primero, y después con la superficie metálica del dedal. Una y otra vez enhebraba la aguja llevándose el hilo a la boca donde lo cortaba con los dientes. Por la noche, solía hacer los encargos de la modista del centro. Eran los momentos de mayor paz y concentración. El silencio de la noche era inspirador, y yo, al fin y a la postre, acabaría durmiendo en unos minutos. Los encargos de la señorita Julia le permitían adentrarse en un universo de lujo; con esas prendas entre sus manos podía soñar, y la noche, para esos sueños, era lo mejor. Con frecuencia me preguntaba qu

Este jueves, relato: Participantes

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M Y r i A M M ó N I c a G a B I L a n T E C e C Y C A M p i R e L A D i V a d e N o c H E M O L i d e L C a n Y E R M a R í a J o s É A L f R e d A L b a d A D O s V í c T O R M ağ a de Q a M a r M A r í A L i B E R o n a D e M I u r g o M u j E R D E N e g R o A L f r e D o

Este jueves, relato: Objetos [Convocatoria]

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En la nómina postmorten que realizaban los notarios en el siglo XVIII, apenas se relacionaban una docena de objetos personales por cada difunto. Hoy en día cada habitante occidental almacena un promedio de 75 muebles y un total aproximado de 110 objetos personales —los cuales se renuevan vertiginosamente de forma semanal, mensual o anual, en su mayoría—. La industria vomita sin descanso miles de millones de objetos cada año, para ser vendidos, usados, revendidos, maltratados, olvidados y, finalmente, abandonados. Pero hay objetos y objetos: los que forman parte de nosotros, que nos acompañan dónde vamos; que, tan próximos, tan cotidianos, tan nuestros que incluso han llegado a protagonizar alguno de nuestros más vitales sucesos o a acompañarnos en el desenlace de otros. Así, pues, hoy vamos a contar, inventar, exagerar, mentir o confesar cómo algunos de estos objetos han protagonizado un instante de nuestra vida. Adjunto objetos cotidianos para vuestra inspiración, con la l

Este jueves, relato: Plop, plop

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Plop… plop. Creo —me atrevería a asegurar— que todos tenemos uno. Algunos, dos o tres. Mi plop… plop es un tic, tac… tic, tac . Mi tic, tac vela a mi lado; vive, reza, duerme, bosteza y hasta ronca conmigo. Es díscolo, trasgresor, inicuo. Se manifiesta caprichosamente con un secuencial y molesto orden. En un primer sueño, el más profundo, me descubre a un niño saltando un muro. Lo recuerdo a trozos , como fragmentado, sorteando charcos de agua embarrada, aupándose sin llegar hasta la cara superior de esa pared, cubierta de vidrios. Mi tic, tac me moja el cuerpo. Me confunde. ¿Ese niño…? Le intento ayudar pero sus piernas se escurren entre mis manos. Me fijo en sus ojos, no tiene. Después de dar vueltas en la cama, voy al baño, bebo agua, apago la luz y escondo de nuevo mi subconsciente bajo la almohada. Mi tic, tac me dibuja al niño indefenso, frágil, amenazado y le grito: «¡Salta! ¡Date prisa! ¡Te ayudo!» Mi grito, mudo, se apaga. A lo lejos, un Kalashnikov escupe

Calenturas de verano. [1] Otros agostos...

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Otros agostos. «A ver... ¿lo llevo todo?» Me pregunto y me respondo: «L a crema solar, protección 9;  el bañador de lunares amarillos;  las chanclas a juego;  las gafas de sol (graduadas, claro);  el último de Posteguillo;  mi nieto (y, sospecho, que sus padres);  pastillas para los mosquitos;  pastillas para la tensión;  el MP4 con los Grandes Éxitos de Antonio Molina;  la sombrilla de Coca Cola;  el pijama a rayas, para la siesta;  el balón de NIVEA (para ligar);  el portátil; ¡Vale, vale... el portátil no! y mi mujer,  ¡por Dios, que no se me olvide mi mujer!  En fin, que no es un adiós, tan sólo un hasta luego. S acudo el pañuelo blanco, tamaño folio, para que resulte más cómodo el movimiento y, dejando flotar la sonrisa cómplice por lo que todavía me espera, dejo asomar media lágrima de afecto para todos aquellos sufridores en casa, que me siguen leyendo y que siempre encontrarán un banco a la sombra en esta querida plaza».

Este jueves, relato: Internet

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Vivimos de la imaginación. Vivimos en un inmenso archivo de medias verdades y el contacto con la realidad no sólo nos decepciona, también nos paraliza. Nuestra sensibilidad se ve reducida a un ligero paquete de emociones que filtramos a golpes de ficción, e Internet es el Olimpo de ella. Esta realidad irreal se produce como algunos acontecimientos espaciales a partir de unas extrañas e inusuales coincidencias naturales; casi tan rápida como un atardecer, como una conexión a ciegas, como un bautismo internauta: «Mi  nombre  es  I.P. 134.32.106.42, es lo único de verdad que exteriorizo. Las máquinas no se equivocan y esta identidad es la única real que manifiesto y no la puedo obviar. El nombre de mi blog, mi contraseña, mi perfil, mi foto, mis intereses, mi edad, mi signo zodiacal o el chino, son los que son, pero podrían ser otros bien diferentes. Un día se cruzó en mi camino internáutico el I.P. 23.127.89.33 y me dejó un comentario: "Hola, soy Altea, llego a ti a travé

Un día en Londres.

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Un día en... Londres 7’30 Con ropa deportiva atravesamos en hall del Grosvenor House y, una vez en Park Line, buscamos la entrada próxima a Hyde Park. Hace frío en este día de invierno, frío del que el corredor se sustrae fácilmente por la belleza del lugar. Giramos en el Speakers’ Corner y seguimos hasta la orilla del Lago Serpiente, a continuación el palacio de Cristal y de nuevo camino del Hotel. 9’45 La primera distancia la cubrimos en metro, la entrada más próxima está en la esquina de Park Line con Oxford St. cerca del arco de mármol blanco que da nombre a la estación del suburbano: Marble Arch. Después de algún trasbordo, llegamos a nuestro primer destino, una de las librerías más impresionantes de Londres, Waterstone’s, hay otras de la misma cadena en la ciudad pero este edificio tiene algo especial, mantiene el aspecto y sabor de los libreros que le precedieron, la famosa librería Dillons, tal y como la conocimos en Torrington Place. 12’00 Es hora