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Ese jueves, relato: Pascua

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De Pascua a Pascua Pascua de 1920 Estas, para Mr. Thompson, no eran unas vacaciones cualquiera. Estas le daban el tiempo que habitualmente no tenía para investigar en profundidad. Mr Thompson tenía 12 años. Su verdadero nombre era Julio —Julito para sus amigos—, lo de Mr. Thompson lo había cogido prestado de un personaje de novela, malo, muy malo, que cada noche oía en la radio de su casa. En estas —de Pascuas estamos hablando—, su tiempo libre, que era mucho, se centraba en averiguar el nombre de la hija del boticario por la que, Julio o Julito —para los amigos— o Mr. Thompson —cuando oía la radio—, bebía los vientos. —¡Blanca! Se llama Blanca —le dijo su amigo Luis. —¡Y tú! ¿Cómo lo sabes? —dijo con cierta envidia y ansiedad —Mi madre y la suya son amigas —le contestó. —Y… ¿has estado con ella? —aumentó su envidia y ansiedad. —Sí, ayer cené en su casa —le dijo Luis, y añadió— Por cierto creo que le gusto Pascua de 1939 Nunca llegué a imaginar cuánt

Este jueves, relato: A ti, mujer.

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En casa: Tragó saliva y decidió que esa sería la última. Él le había gritado una vez más, salpicándole el alma con una desbocada ira: «¡Que te calles!. Todas sois iguales…, unas putas. No entendéis más que de palos, vuestro sitio es la cocina». Paloma era actriz de reparto. Hoy tenía rodaje, sólo una toma con mucha carga dramática. Cogió algunas cosas y salió de aquella casa para no volver nunca más. En el estudio de grabación: Entró en situación e intentó recomponer el personaje: «¡Silencio, se rueda!» La cámara, se deslizó lentamente captando la tristeza de su rostro en un largo travelling que terminó en un desenfocado horizonte de cartón-piedra. «¡Corten! esto es todo por hoy». En la calle: Una vez fuera se dirigió hacia ningún sitio. La inercia de la conducción la llevó hacia una autovía en dirección al cielo. Sonó su móvil. «Mama por favor…, ahora no es el momento, no estoy de humor y voy conduciendo» En el hospital: Recuperó el conocimiento en una cam

Este jueves, relato: Cartas, cartas, cartas...

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En el desván de su abuelo, Alex, encontró un disco de jazz, dos cuentos de Gloria Fuertes, unas botas de fútbol con la puntera pelada y un hatillo de cartas. Un día, el abuelo, serio y circunspecto le prometió: «Todo esto será para ti» y como si le hubiera hecho el regalo de su vida, Alex cerró el viejo baúl de roble americano. El Abuelo murió y aquella promesa revoloteaba como una bandada de palomas sobre la tapa malherida del carcomido baúl. Entre cuentos y tebeos,  asomaron unos sobres amarillentos. Uno de ellos, con el sello robado, contenía una cuartilla manchada con una estilográfica de la época: «Madrid, 7 de octubre de 1963… Querido Alfredo: Encantadora me parece la carta que recibí hace apenas unas horas. Desde este verano presentía una especial amistad entre nosotros, pero hasta leer tu escrito no he sentido lo que realmente significas para mí. Contesto a vuelta de correo, nerviosa, ilusionada, feliz y con un lío en mi cabeza tan grande que…» Asomó otro, azul pá

Sucedió un 16 de enero de 1948

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          Dentro: ¡Qué nervios!  Intento llamar la atención. Parece que se han olvidado de mí.            Fuera: Esta noche se ha verificado la cuarta emisión para América por los micrófonos de Radio Nacional. La citada emisión ha estado dirigida por el director de la Real Academia Española don Ramón Menéndez Pidal. Dentro: Escucho una melodía que me resulta familiar, es la misma de otras veces. Sería capaz de tararearla a oscuras Fuera: La rápida distribución de la naranja a través de los nuevos trenes naranjeros ha influido en su precio. Según se ha informado en el Sindicato de Frutos. Dentro: Esto se mueve. ¿Otra vez de paseo? Ya he perdido la cuenta… Fuera: El embajador de España en la Argentina, señor Areilza, ha mantenido una cordial entrevista con el presidente Perón. Dentro: Oigo ruidos muy cerca, como suspiros acompasados… esto es nuevo para mí. Fuera: El gobierno de la India anuncia que, por deferencia al Mahatma Gandhi, reanuda

Este jueves, relato: Jugar con fuego

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«Jugar con fuego». « Nadar a contracorriente». «Lanzarse al vacío». Expresiones que esconden implícitamente los conceptos de riesgo, pánico, peligro o, en la más leve de las ocasiones, meter la pata, precipitarse, equivocarse —para, en alguna ocasión, arrepentirse después—. Lo mío, a veces —demasiadas—, es jugar con fuego, nadar a contracorriente o lanzarme al vacío. Con este texto trato de dar un paseo —crítico y crónico— por mi participación en los «Los jueves, relato». Después de nueve años tengo mis dudas, mis eventuales rendiciones. Apatías de andar por casa. Desidias que me preocupan pero que no logro superar. Parece inexplicable que después de nueve años de asistir todas las semanas a la clase de los jueves —al principio, de los sábados—, me vea, ya mayor, haciendo novillos semana tras semana. En el tenis existe una jugada en la que el jugador tiene todas las ventajas soñadas por un deportista: El saque. En él, el que saca se toma un tiempo de concentración, dec

Este jueves, relato: Paraísos

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El Paraíso de tu piel La Tierra gira y gira y, en ese girar, se mezclan materias con pasiones. Efluvios con deseos. Aparecen entonces nirvanas nuevos. Ciudades utópicas que nos enamoran eternamente. Mi paraíso, después de la unificación, tiene forma sinuosa y senderos misteriosos que explorar. Su entrada es un corazón carnoso y rojo que, a flor de piel, hipnotiza. Una puerta intangible que invita al acercamiento, parte del eden que es el salvoconducto para todo lo demás. La primera avenida de este olimpo terrenal empieza con dos cúpulas morenas de color ébano y textura deslumbrante. Su envoltorio, aleatoriamente cubierto de piel del color de la paja tostada, me envuelve y confunde. Dos fuentes de sonrosado caño e inagotable morbidez dan paso a la gran plaza de la vida, intensa, húmeda por el rocío de la pasión, arteria vital de pócimas y demás encantamientos. El Boulevard del amor nace entre un jardín de rosas ensortijadas; parada obligatoria para el disfrute y la ext

Este jueves, relato: Mr.Chance

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Era domingo, estaba en el jardín cuando oí voces en el interior del salón. Dejé la manguera en el sendero mientras acudía al reclamo de las voces. Todo empezó por el final, cuando tenía sesenta años. Sesenta primaveras de las que no recordaba ninguna aunque tenía una idea aproximada de lo que habían sido. Ahora, mi mayor y único entretenimiento consiste en dejarme llevar, secuencia tras secuencia, por las imágenes del televisor de 42 pulgadas, permitiéndome escuchar con una claridad extrema las últimas noticias de una encuesta sobre sexualidad en la tercera edad. Con el mando en la mano, jugué de nuevo a buscar el canal de los colores en alta definición. Sin pretenderlo acerté con mi momento preferido. Me abandoné en el fondo de mi butaca y con los ojos vidriosos pude ver todo de forma confusa y entremezclada: el día y la noche, lo grande y lo pequeño, lo suave y lo áspero, el calor y el frío. P or enésima vez, estaba viendo los mismos anuncios, los mismos documentales, la

Este jueves, relato: Negra noche, negra

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Que negra es la noche.  Frente al teclado de letras blancas las yemas de mis dedos reposan inquietas sin saber que hacer, por donde empezar. Necesito una frase; un artículo determinado; un pronombre personal o  un nombre común, una idea, un pellizco que me estremezca.  Que negra es la noche. Que sombría tu ausencia. Levanto la mirada y busco, en un largo travelling, esa imagen que me despierte de mi letargo. Veo con avidez fotos y objetos y les grito que me cuenten sus sueños, sus vivencias, hoy no es su noche, ni la mía, me detengo en la ventana y llueve. Que negra es la noche.  Solo un «La» para entonar. Se mezclan y me confunden los «Mis», los «Re» y los «Fa».  Suena la música, negra. Ella y yo solos en la madrugada. Que negra es la noche, y amanece.  Los primeros brillos de un sol que todavía no despunta, el cristal se empaña y las gotas de lluvia resbalan en un surco, negro, interminable. Miro su foto. ¡Qué niña, qué porte! Descalzos sus pies y vestida su mirada, leo

Este jueves, relato: Colores (Participantes)

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Hablemos de colores. El del amor, el de los ojos, el del pecado, el del silencio, el del vacío, el del aura brillante con el que nos ven los que nos quieren o el del oscuro tono con el que a veces nos manifestamos. ¿Por qué a uno le cae un «marrón» cuando le salpica un problema difícil y en el que no tiene nada que ver? ¿Por qué te ponen «verde» cuando hablan mal de ti a tus espaldas?   ¿Por qué nos ponemos «colorados» cuando nos adulan en exceso? Nos cuentan de colores: M a ría PE r la d a Fa bi án Ma drid S A N R ho d éa BLA són Vi vi an Ro drí gu ez Ja vi ER Mi rÓ Ca m Pir e LA T ra c y J L O M o li de l CAN yer Neo Gé MI Nis De mi ur gO RO X ana Al fre do

Este jueves, relato: Una de música

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La mesa del comedor, en esa casa, igual valía para un roto que para un descosido. De madrugada era la mesa del desayuno. A mitad mañana, el banco donde vaciar la cesta de la compra separando cereales de legumbres, frutas de verduras y más tarde repartir, sobre su fría superficie, las lentejas para limpiarlas. Al mediodía, Amparo, reunía a la familia en una frugal y meteórica comida; la escuela y la fábrica tenían prioridad. Por la tarde, vacía la mesa, Amparo extendía de cara a la ventana las telas, y sobre ellas los patrones de un vestido para Teresa, la mayor. Mientras, con las tijeras en la mano, repetía historias de su pueblo que Teresa conocía hasta la saciedad. En la noche, después de la cena, y una vez recogida la mesa, ésta se inundaba de brazos cansados y miradas anhelantes en espera del premio del día. En el reloj de pared dieron las nueve y Juanin, el pequeño, a una orden gestual de su padre se levantó y accionó el interruptor cilíndrico del aparato de radio,