Cuentos de andar por casa: Queridos hijos.
Queridos hijos: Por fin me decido a escribiros. Hasta ahora los ánimos no me han acompañado y mi cabeza ha estado perdida, intentando, sin conseguirlo, una explicación que ordenase mis ideas y una explicación que justificase mi comportamiento. Sé que mi estancia aquí no va a ser prolongada, pero un solo día entre estos muros es una prueba demasiado dura para no abandonar en el intento. A las 10:00 de cada mañana abren las puertas del patio, es el único momento en el que mi ansiedad se disipa y me alío con los colores del cielo abierto. Busco el movimiento de las nubes hasta que desaparecen en el horizonte, saltando libres, las paredes de grueso hormigón, que por el lado opuesto, —el que no veo— tienen el color de la libertad. Aquí, en este solar descubierto, la fiel espera se consume entre impaciencias y la soledad se disipa entre esta multitud que es más soledad todavía. Cuando cae la noche y con ella el silencio, todo queda a punto para el arrepentimiento, pero u