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Cuentos de andar por casa: Pavarotti o el trágico final de un seductor.

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¡Adiós, amigo! Pavarotti aleteó escapando por la ventana abierta de par en par al reclamo de su amada Callas. Él, loro, papagayo, perico y ella, cacatúa, cotorra, periquita. Ambos, gregarios y monógamos, aunque enamoradizos repetían e imitaban incansablemente las melodías que, el uno a la otra y la otra al uno se intercambiaban por el patio de luces. A esa hora, cada día, Pavarotti solía visitar a Callas, la lora del quinto, y le recitaba de memoria el primer verso de «Poesía eres tú» de Bécquer. Seductor como buen loro. Coqueto como buen loro. Parlanchín como buen loro y soberbio como buen macho regresaba horas más tarde con alguna pluma de la lorita en su curvado pico. Prueba fehaciente de su conquista y trofeo silencioso que sólo podía compartir consigo mismo. Un día, al salir, una ráfaga traicionera cerró de golpe la ventana. En su vuelo ascendente se debatía entre el dilema de si esa deseada e inevitable visita tres pisos más arriba tenía que ver con una determinaci

Este jueves, relato: Altruismo «María»

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El mundo de María es el mundo de los pies, como el de los perros pero sin olisqueos. No levanta la mirada del suelo; sentada, acomoda su delgado y enfermizo cuerpo en un hueco de la fachada entre el estanco y la librería y todo su horizonte es el que dibujan los zapatos de los transeúntes, recortados en la profundidad de la acera. María es un sin techo que arrastra su condición vagabundeando, en busca de una esquina soleada donde abandonarse al abrigo de los tenues rayos de sol que le permiten sobrevivir en el helado y duro pavimento en este frío y ventoso invierno. Todo su vestuario es una pila de harapos, uno encima de otro y ella, encima de todos. Solitaria, en su esquina tibiamente iluminada, contrasta su tremenda e inmóvil soledad manifestándose más cruel, si cabe, en medio del denso y insensible deambular de la gente. Pero, ¿qué tiene María que la diferencie de otros desfavorecidos que consumen sus noches bajo las estrellas envueltos en húmedas hojas de cartón? Poco…,

Este jueves, relato: Propuesta alocada

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Acudió a su llamada y aceptó el reto . Se trataba pues de escribir y, de eso, Marta tenía alguna idea. Eligió el comienzo, la ilustración y se enfrentó al blanco de la pantalla. En pocos minutos había enlazado, más o menos, trescientas palabras. Una historia desarrollada con minuciosidad, con imaginación, con documentación y un poco de sal en el estilo. Publicó la entrada que acompañó con la foto correspondiente.  Buscó en etiquetas un genérico para facilitar su búsqueda y encontró uno adecuado, «Relatos»; y otro, «Los jueves, Relato» y un tercero más específico, «Retos». Marta mimaba sus textos; pequeñas obras de arte colgadas en las paredes de un museo intangible. Iluminadas con la sombra de una luna que le daba la espalda y expuestas hasta un amanecer que estaba por inventar. Tecleó Enter y publicó su historia. Dejó pasar la noche, que compartió entre sábanas consigo misma. A la mañana siguiente, con la taza de café en la mano, conectó su Mac y abrió su página: www.

¿Dónde estoy?

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Algo más que un paseo por una ciudad cambiante. Hubo un tiempo en el que los ciudadanos mostraron su desagrado ante la decisión de las autoridades que, sin consultarlo, invirtieron 150 millones de dólares en una franquicia cultural; entonces, la ciudad tenía un aspecto duro, teñido de negro y gris. Hoy casi no la reconozco, aquella ciudad con los índices de contaminación más altos de Europa, agotada y decadente, es hoy alegre, limpia, moderna, ordenada, optimista e incluso bonita. Tras un corto recorrido, el gran cetáceo plateado se divisa desde varias calles, su perfil metálico dibuja en el cielo plomizo una línea quebrada que sigo desde diferentes perspectivas, yo diría que me sigue o más bien que me persigue, los cetáceos no tienen escamas, pero aseguraría que este es la excepción y sobre ellas se reflejan las omnipresentes nubes que en este paisaje tienen mas color de nube que en otros. Sigo paseando y pierdo de vista al «Animal». Me adentro por las siete calles y nav

La Misión. [Morricone]

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Asunción, Paraguay, 1750.  El padre Gabriel penetra en un rincón de la selva virgen y extrae del oboe unas notas. Los indígenas quedan absortos con la melodía por su capacidad emotiva, llegando incluso a romper por la mitad el instrumento temiendo que sea poseedor de una magia que ponga en peligro su seguridad. Morricone se emocionó al ver aquella secuencia en origen, musicada con el adagio de Alessandro Marcello, hasta el punto que tuvo que secar sus lágrimas con un pañuelo: «Es una película demasiado bella, la música de Marcello resulta insuperable… ¿Cómo me pide usted que componga una música para sustituirla?» El guión de Robert Bolt, (Doctor Zhivago) está basado en las guerras guaraníticas, que los Jesuitas y los indígenas guaraníes libraron contra los Bandeirantes. Las Misiones Jesuíticas fueron literalmente borradas del mapa y sus habitantes asesinados y deportados como esclavos a Brasil. De la película de Roland Joffé se ha hablado mucho, su oscar a la mejor fotogr

Este jueves, relato. Cierre de convocatoria

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    Finalizamos la convocatoria de relatos correspondiente al jueves 13 de febrero: «Sucedió en el bus» y damos paso a la conducción para este próximo jueves a nuestro amigo Juan Carlos [¿Y qué te cuento?]  al que le deseamos una feliz conducción. Gracias a todos los participantes.     Os dejo un segundo relato que no quise que se quedara en el tintero. Espero que os guste como un «hasta pronto»:      Título: «Mi paseo diario» Ocupo mi asiento y quedo sumido en la más total de las abstracciones. Sentado, impaciente con vecinos impacientes. Fiel a la espera, con la mente perdida y los ojos distraídos en   piruetas ajenas espero el paso del tiempo. Mi único hábito es sobrevivir cada día subido en un bus de la EMT para viajar por este, mi mundo. Porque, la obsesión con los viajes por la ciudad no es un hábito, es algo más, casi todo lo demás, es mi vida. Mi pose es la de un apacible observador. Es la cara de la gente que observo en paz, pero sin beatitud. Capaz de vivir la

Este jueves, relato: Sucedió en el bus.

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Hoy comienzo mi paseo en la parada próxima a mi casa. Cogeré el 92. He quedado con un amigo para desayunar —un capuchino y media tostada de pan con aceite—. Hablaremos de literatura, novelas y autores. Necesito tranquilidad y la soledad necesaria para interiorizar el argumentario más adecuado. Ando hacia la parada y veo un bus saliendo. Espero que no sea el mío… ¡Es el mío! Mierda, ¡el 92! ¿No podía haber sido otro? Me resigno y espero sentado. —Caballero, ¿para ir a la calle Turia? —me pregunta con decisión una anciana que, como yo, acaba de llegar a la parada. —No sé, señora —le miento—. Es la primera vez que cojo el autobús. —Sí, ese que sale al río por el puente de piedra. —Sé dónde está la calle, pero no sé qué autobús pasa por allí —le vuelvo a mentir. —Sí, uno rojo, el 70 o 71, no sé, tal vez el 72… ¿no le suena? —No, no me suena, señora, y todos son rojos. —Todos no, hay unos que son amarillos. —Esos, señora, son los que van a los pueblos y no paran aquí.

Este jueves, relato: Sucedió en el bus. Participantes

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Participan con sus cuentos de autobuses: C A m P I R e E L a G U S t A V O A lb A D a    D o S M A g A l F re D N e o G é M i N I s D O R o t E A C a S A l m a B a i r E s M a R A l B e r T o A l F R e D o

Convocatoria para el jueves, 13 de febrero de 2020

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Título: «Sucedió en el Bus». ¡Hola a tod@s! Después de unos meses en «cocheras», me lanzo a proponer y coordinar una nueva convocatoria, la del próximo jueves, 13 de febrero de 2020 .  En esta ocasión vamos a afilar los lápices y recrearnos en aquella realidad o ficción que nos sugiera un viaje en el autobús público. Desde los minutos de espera en la parada compartiendo, impacientes, su llegada, hasta cualquier experiencia que hayamos padecido, disfrutado o que nos gustaría vivir viajando en él:  Ese vecino de asiento que no para de contar batallitas, ese conductor violento que frena y acelera soliviantando al personal, ese secuestro por unos terroristas reclamando un dinero que la compañía no está dispuesta a pagar, esos gritos al hablar por el móvil, esa cabezada que pegas medio dormido y te pasas de parada... En fin, texto que acompañaréis, si os  apetece, con la foto de la portada o alguna otra que adjunto. A partir del miércoles podéis dejar aquí los enla

«Masa». Mucho de César Vallejo para comenzar el año.

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Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!" Pero el cadáver… ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: "¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!" Pero el cadáver… ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!" Pero el cadáver… ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: "¡Quédate, hermano!" Pero el cadáver… ¡ay! siguió muriendo. Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado; incorporose lentamente, abrazó al primer hombre; echose a andar... [Foto de Ibán Ramón]