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Este jueves, relato: Un pecado capital, Soberbia

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    Tomasa fue requerida al centro escolar para recibir la primera protesta seria por el comportamiento de su hijo. La soberbia de Carlos empezaba a preocupar a su maestro que, veía en él, una actitud más grave que las habituales travesuras a las que le tenía acostumbrado. Con tan sólo 12 años, desconocía el significado de la palabra soberbia. Su madre, Tomasa, tampoco lo sabía. -Señora... ¡su hijo es soberbio! -¿Sober... qué? -Soberbio, arrogante, vanidoso... -No entiendo -argumentó Tomasa, haciéndose la despistada. -Pues es muy sencillo, Carlos se cree superior a sus compañeros, es orgulloso y se valora en exceso; y esa soberbia le está enfrentando y distanciando del resto de los alumnos. -Pero... si mi Carlitos, en casa, se porta muy bien: ayuda en la cocina, controla a sus hermanos. ¿Y las notas. qué me dice de las notas... son buenas no? -Sí, pero estos días, me están llegando muchas quejas, ayer por ejemplo, quitó a empujones a un compañero para sentarse él, al lado

La leona herida

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Deambulo por la sabana, perdida, herida y abandonada. La tierra ya no huele a mí. No me acostumbro a caminar viendo alejarse los lomos de mis iguales. Mis fuerzas está mermadas, casi desaparecidas y me cuesta seguir el rastro. No sé qué me espera, de momento sombras e indefensión. He perdido los encantos para encantar y con él el instinto  para acertar en la encrucijada de ese presente –ya pasado- que me asaltó cruel y devastador. Sólo sé que de pronto los olores son más ácidos y rancios. Sigo a nada y persigo a nadie confundiendo horizontes. ¡Un soplo de aire que me reanime! ¡Algo de humedad con la que lamerme las heridas!   Sola en la sabana, preparada para lo peor, lejos de mis amigos y cerca –demasiado- de mis enemigos me enfrento resignada a mi destino. No puedo imaginar que no quede un hilo de vida para mí.

Palabra 23 de 53: Tierra

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La tierra es el espacio escénico de un paso compartido. Siguiendo una idea de Sindel Foto: Paco Alberola