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Este jueves, relato. Secretas Fantasías

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Benjamín tiene 90 años. Su vida, como agua que busca el mar, se escapa entre sus dedos. No duele la indigencia, está solo. No le preocupa la muerte, a esa edad no es una desgracia de consecuencias irreparables. Nunca hasta ahora había necesitado fantasías. Sus sueños, antes de serlos, ya eran realidad. Tuvo cuanto quiso. Cariño, el de los que le conocían y sabían de sus bondades. Respeto, el de los que le frecuentaban y siempre encontraban apoyo. Admiración, la de los que necesitaron conocimientos y de él los obtuvieron. Amor, el de todos a los que amó. Ahora, en su epílogo vital, se descubre en mitad de la noche soñando despierto. Es una experiencia nueva, desear algo en secreto. Por un momento con la mirada perdida sustituye la vista del inhóspito callejón por una borrosa ilusión... Y sueña con una pequeña habitación, cuatro paredes pintadas de recuerdos y una ventana por la que mirar, seguro y en paz, al mar... será su única y última fantasía. El completo de l

Este jueves, relato. Ponerse en los zapatos de otro.

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He empezado el relato con mal pie. Creo, que en un zapato que no es el mío. Después de los primeros pasos, me siento algo incómodo. Me oprime el pulgar y me roza en el talón, además del ruidillo insoportable cada vez que flexiono para iniciar un nuevo paso. Pero quería probarlo, sentir como vive uno en el zapato de otro. La conclusión es muy sencilla, tan sólo hay tres opciones: Que el número del zapato que calza el otro sea más pequeño, más grande o igual. Si es más pequeño es imposible ponértelo, no cabe. Lo intentas por pasiva y por activa y siempre se queda algo fuera... algún dedo, el talón, y eso con calcetines de seda, si por casualidad los llevas de lana... ni lo intentes. Si por el contrario es más grande, sí te lo puedes poner, incluso sin mirar, hasta te puedes equivocar de mano, (¿de "mano"?) que no se entera. El pie baila perdido buscando una pared en la apoyarse y lo que es peor, te lo dejas atrás cada dos por tres... ¡pasos, claro! Podr

A fuego lento. Taberna La Bola

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Dicen que cualquier día de invierno, en Madrid, Alfonso XII se escapaba de Palacio para "apretarse" un cocido en algunas de las tabernas de las proximidades. Un buen cocido y una relajada sobremesa, se convertían en un placer real, calificado sin miedo a equivocarnos como un momento sublime. Sus ingredientes recuerdan su origen campesino, pero la manera de servirlo, separado en tres platos (vuelcos), es un ritual ya urbano y burgués. De primero, una sopa de fideos con el caldo; de segundo, los garbanzos y las verduras, y por último, las carnes troceadas y los huesos de caña. En mercado. (6 comensales): 250 gr. de garbanzos de Castilla, 500 gr. de carne de morcillo, caparazón de gallina, 2 pechugas de gallina, 2 morcillas, 6 chorizos, 1 trozo de tocino, 1 punta de jamón, 1 repollo, 1 cebolla, 3 zanahorias, 6 patatas pequeñas, 1 diente de ajo, fideos para la sopa. En Cocina: Poner en remojo los garbanzos el día anterior. En puchero de barro, se in