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A fuego lento. La Hermandad. Fuenterrabía

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Esta “Plaza...” nació para gustarse y gustar a los demás. Lo primero implicaba una coherencia que marcase un estilo personal al opinar sobre temas de diferente índole y color, utilizando la escritura como herramienta. Lo segundo algo más relativo, pero muy satisfactorio, simplemente llegaría -si llegaba- por su propio peso. Esta “Plaza...” vio la luz con la única intención de  llevar al papel, a modo de diario, los recuerdos más significativos de unos cuantos años de vivencias, y le gustaría seguir haciéndolo con una cierta coherencia narrativa y con algún desahogo documental. Por eso, no quiere perder el Norte, y de vez en cuando vuelve la vista atrás y remueve sus orígenes. Esta "Plaza..." sabe que puede equivocarse, nadar contra corriente, incluso ahogarse con alguna imprudencia emocional. Pero también sabe, que esa desnudez de criterios, es la que le da fuerza, forma y continuidad. Hoy “La Plaza del Diamante” estrena una nueva sección que con el

Este jueves, relato. ¡SORPRESA!

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La noticia, la dieron en el telediario de la noche. L a Iglesia se resentía a través de grietas como esta, que dejaban al descubierto sus disfrazadas miserias. Sor Angélica de la Dulce Pasión, madre superiora de la Orden de las Marianas del Octavo Día, había sido acusada de prevaricación y malversación de fondos. En un primer registro judicial, la documentación encontrada era comprometida y reveladora de la cada vez menos supuesta corrupción, perpetrada por la dirección de la citada congregación mariana. Subvenciones desviadas, gastos extraordinarios en partidas sin justificar y un cuantioso movimiento de caja B, hacían pensar que las finanzas, de las que la Priora era responsable, habían sobrepasado los límites legalmente permitidos. El caos y los rumores alimentaban los mentideros socio-religiosos. En pocas horas el escándalo, confirmado, le explotaría en pleno hábito. Era fácil imaginar el titular, con el que abrirían mañana los diarios nacionales: "SOR

Amaneceres.

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Amanecí hace una eternidad. Amanecí contigo, de tu mano, de tu alma. Amanecí el día que supe lo mucho que se podía querer, lo mucho que tú me quieres y lo mucho que te quiero yo. Amanecí el día que encontré la adolescencia perdida, la locura temida, el vértigo deseado y la rebeldía estimulante. Amanecí cuando el tiempo se detuvo, y extrañamente nunca más anocheció.