Este jueves, relato. "Profecías del fin del Mundo"
No sabía qué clase de canalla era, supongo que lo había ocultado en mis primeros meses de relación, esos en los que ella me lo ponía fácil. A mí se me hacía la boca agua pensar en mi nueva y probablemente definitiva adquisición. O no es eso, lo que uno obtiene con una mujer, especialmente cuando deja de ser “una” para convertirse en “mi”. Era demasiado bonita e inteligente para compartirla, e inconsciente, empecé a rellenar sus vacios con sospechas que exigían un control más determinante: Ubicar y acaparar sus veinticuatro horas del día. Sus primeras respuestas, tímidas y sutiles, eran reivindicaciones de pequeñas parcelas de libertad que empecé a verlas como una amenaza inaceptable. La olía, la registraba, la espiaba, la seguía. No soportaba la más mínima laguna que no tuviera mi consentimiento o una clara explicación; aún así, la sombra de la mentira erosionaba mi mente. Desconfiado, la esperaba a su llegada del trabajo maltratándola con impertinentes reproche