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Este Jueves/Sábado... relato. Mi calle

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Mi calle, es estrecha y larga; al menos, así la recuerdo. Aquella calle, de casas de un solo piso, tenía nombre de heroína, y ambas –la calle y la heroína- fueron testigos de mis primeros pasos. Me veo en ella, niño, descubriendo olores, compartiendo juegos, haciendo amigos e inventando enemigos. Frente a mi puerta, las casas se interrumpían y el sol, se colaba por ese hueco iluminando las fachadas que iban del 60 al 68. Ese gran solar -todavía no robado al campo- era cuartel general de lagartijas, perros, gatos y alguna que otra gallina desertada del corral de la señora Amparo. Desde mi habitación, adivinaba el paso de los coches por las luces que se reflejaban deslizándose fugazmente por las paredes y el techo en penumbra; quise coger miles de veces aquella luz, que siempre me sorprendía con ventaja. Calle de panas y boinas, delantales y alpargatas. Y barro, mucho barro que despiadadamente me dejaba la lluvia, para enfado de mi madre. S

La vieja Fe

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Los blogs, son como la bitácora de a bordo en la que cuentas regularmente todo lo acontecido en este barco que es tu vida, y de la que uno es Capitán y Grumete al mismo tiempo. Al menos esa fue la intención inicial. Pero este diario de plasmar en “intimidad” las cotidianeidades más sobresalientes, al final, se convierte en una arbitraria aportación de mensajes, reivindicaciones, informaciones de carácter general, relatos de ficción y algún que otro cuento en el que nos dibujamos de espalda para disimular. Yo, lo he hecho y no sé si entonar el “mea culpa”   o simplemente pasar olímpicamente del tema, no sea, que los compromisos se conviertan en costumbres. Hoy sin embargo, siento la necesidad, o al menos el gusto de contar en este seudo diario particular, una experiencia que me ha dejado totalmente descolocado. Esta tarde he estado en Urgencias, en el Hospital La Fe de Valencia... No, el nuevo   no, el viejo, el de siempre. Ese, en el que acudíamos muy a

Este jueves, relato. No se puede hacer más lento.

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Así, es como lo recordaba él. Con la última bocanada, el cigarrillo quedó herido de muerte. Las volutas de humo, se iluminaban al estrellarse con los rayos de luz que entraban por el único resquicio de aquella pequeña habitación de hotel. Más lento, más lento... se repetía a si mismo, al tiempo que la palma de su mano acariciaba en círculos el erizado pezón de ella. Más lento, más lento... recordaba haber oído, que tenía que mover su cuerpo en tan irrepetible situación. La colilla, muerta al fin, derrumbó su ceniza sobre el cristal de la mesilla de noche. Olvidada, sólo había sido una puesta en escena más, de unos compartidos prolegómenos. Más lento, más lento... su sexo, el de él, apuntaba con timidez iniciando una sutil penetración, de momento más sugerida que real. Más lento, más lento... el de ella, encharcado, se abandonaba a su suerte, en un tiempo que volaba y se llenaba de deseos y placeres. Así, lo recordaba ella. Aquella, que fue la primera vez de

Este jueves, relato. Describir una fotografía.

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Aún no son las dos de la madrugada, y ya empiezo a hablar solo. Hace horas que por aquí no pasa un alma. El silencio me abraza y a veces se transforma en miedo y me atenaza... me pesa la guardia. -¡Alto! ¿Quién va?... Nadie, el viento o algún animal. Ese coche... ¿dónde irá? Algún día me gustaría ir en uno, con mi familia, y conducir hasta el amanecer. Kilómetros devorando la noche y abrir los ojos en cualquier ciudad del norte del país... algún día. Son las cuatro, tengo sueño. Ayer no fue un mal día, Claudia está contenta... creo que me quiere; hoy cuando acabe, le escribiré unas letras. Miro a todos lados con el rabillo del ojo, tengo que estar alerta, como dice el sargento: “anticiparse al enemigo”... pero ¿qué enemigo? Y en cualquier caso, estaría más preparado con un par de cafés entre pecho y espalda. ¡Mira, ya amanece! No recuerdo quien tiene que relevarme, pero a partir de ese momento todo será más fácil. Quiero confundirme con l

Este jueves, relato. "Los ciegos también escriben"

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El doctor le quitó con esmerada delicadeza el vendaje que cubría sus ojos y d espués de una vida entre sombras, Juan conoció la luz. Al regresar al pueblo, quiso ver por primera vez, el árbol en el que un día prometió amor eterno. El corazón garabateado a tientas, lucía claro a pesar de sus peleas con el viento y la lluvia. Lo vio y la obviedad le decepcionó. Con tristeza cerró los ojos. Era mucho más corazón cuando lo adivinaba recorriéndolo con su índice. Mucho más suyo, cuando abrazado a su amada sentía el palpitar de ambos. Desconcertado se preguntó, si aquel milagro había merecido la pena. Mas puntos de "vista" el el gratis de Gus 

Sentado, en la arena de la Bahía.

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(Un viejo libreto y cuatro textos de antesdeayer) Libro 1º         Escucho a Rodolfo (Luciano Pavarotti), mientras suelta la mano de Mimí (Mirella Freni), quien yendo hacia atrás, encuentra una silla sobre la que se deja caer, abatida por la emoción… “¿Chi son? Sono un poeta. Che cosa faccio? Scrivo. E ¿come vivo? Vivo”. (La Bohème. Acto Primero) “Al caer la tarde entramos en Montevideo. No me apunté a la excursión. Achanté la mui y aguanté a bordo, que es lo sano. La chavala se puso de morro y me salió con que ella prefería no comer a perder la oportunidad de ver el Uruguay. La dije que bueno, pero ni intención. Ella porfió y yo acabé diciéndole que yo me visto por los pies y que acá y allá, en mi casa mando yo. Terminamos mal y se largo al camarote sin despedirse. A mí que me registren. El sol tiene ya color de otoño. ¡Qué cosas! Retrasamos los relojes otra media hora. Mañana a la mañana en Buenos Aires. A lo que dicen ya

Este jueves, relato. "Vivir en las nubes"

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En las nubes del Zodíaco Siempre creyó en la interpretación de los signos, o más bien en aquellas particularidades que más le favorecían. Los perseguía y leía con ansiedad. Buscaba similitudes y se engañaba a sí mismo. Se autoconvencía de que aquellas cualidades le pertenecían y apropiándose de ellas construía una personalidad aparente. Modelaba de fuera a dentro, de arriba a bajo y el torso que le salía, quedaba hueco e inconsistente. Capas de barro como mentiras, cogidas con pinzas al vacío. La realidad es que era un signo de tierra y él estaba siempre en las nubes. Su símbolo representaba la lucha por no perderse en lo abstracto y en lo emocional, sin embargo siempre se veía atrapado en sentimentalismos y emociones que nublaban su razón. Escudriñaba su relación con otros signos de sexo opuesto, y se dispersaba en ensoñaciones imposibles, que le alejaban de su realidad más obvia. Le era cómodo y estimulante recrearse en calificativos, que cogidos al vuelo pren

Este jueves, relato. "Sacrificio"

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-¡La madre que te parió! -¿Pues, no te has tirado al tren? -Es inaudito, incomprensible, ¿que razones tan poderosas e insalvables tenías para suicidarte? -A ver, mírame a los ojos y cuéntame, si es que hay algo que contar... -Si, ya se que no puedes, que estás muerto. -Dame una señal, algo que explique lo inexplicable. -No me dirás que ha sido por causa de la crisis... los bancos... tu mujer... el trabajo... o tal vez alguna terrible enfermedad a la que no te has querido enfrentar. -¿Qué dices?... Habla más claro. -Si, ya sé, no me lo repitas que me dan escalofríos, arrimaré mi oído a tu boca... -¿Sacrificio? ¡Joder, no me vengas con esas! -¿Sacrificio dices? ¿Tu crees que ese seguro de vida devolverá la alegría a los tuyos? -A ver, mírame a los ojos y escúchame, si es que puedes escuchar: Has dejado lo peor y te has ido sin lo mejor. Que pena esa hija que no verás casar. Ese nieto con el que nunca jugarás. Ese trabajo que estaba por llegar y que era inv

Lennon... los dibujos secretos de un quinceañero.

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John actuaba esa noche y vio en el jersey amarillo de su compañera de clase de Arte Helen Anderson, la prenda perfecta para salir al escenario.  Le pidió el jersey amarillo brillante, tejido con cordoncillo y ella le propuso cambiarlo por algunos de sus dibujos. John entonces tenía 15 años y estudiaba en la Quarry Bank High School en Liverpool. Estos son algunos de los dibujos que consiguió Helen.                                                                          

Este jueves, relato. "Un lugar en el mundo"

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El lugar que me ha elegido, es un pueblecito de La Mancha. Dos pequeños núcleos de población enlazados por una larga calle que distancia lo suficiente como para que cada uno de ellos crezca con personalidad e iglesia propia. Las Casas de Arriba y las Casas de Abajo, están separadas, (o unidas, según se mire) por la calle Mayor, con una sola línea de casas a ambos lados, que terminó por llamarse las Casillas. Pero todo el pueblo huele igual, sus gentes hablan y visten igual, incluso la mayoría piensa igual. Por sus calles, especialmente las de Casas de Abajo, he pasado meses de verano, perdiéndome casi desnudo entre eras para trillar el trigo y balsas de regadío para refrescar mi desnudez. Es un pueblo de mulas y moscas, las mulas tienen nombre, las moscas no, al menos que yo sepa. He tocado, primero con miedo, luego con fruición el lomo de la roja “Colorada” el morro de la negra “Mora” o las patas de la parda “Lucera” En sus plazas, al anochecer corrí por primera