Bendita locura
Era un fin de semana, de esos que ves llegar y lo paladeas. Todo un Sábado y Domingo para el sólo. Unas últimas concesiones en la primera hora de la mañana, que le justifican el traje de chaqueta y a continuación, desenfado, pereza, gastronomía y sexualidad. El mundo se paraliza durante 48 horas y se engaña todo este tiempo repitiéndose conceptos bíblicos como los de que: “Hoy puede ser un buen día y mañana Dios proveerá.” Mientras tanto emborrona un guión: un buen libro, una buena película, una buena siesta, un buen “polvo” y recuperarse con un delicioso cogote de merluza, bañando en hielo un acidoso brut nature, que seguro acaba con él. El mundo y sus vecinos dejan de existir, no hay nada, ni nadie más en mil kilómetros a la redonda, es el único dueño de sus entorno y de su tiempo, y se lo regala con el desorden y desconcierto que le apetece. En la tarde se alimenta de recuerdos, ...son importantes los recuerdos, no estaban en el guión, pero son su vida, la suya y la de otros que pas