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Mostrando las entradas etiquetadas como relatos

Este jueves, relato: Casa de vecinos.

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Mi casa de vecinos —también conocida como la «corrala» del Cristo de los Faroles—, es un submundo lleno de estímulos próximos, se podría decir que es un añadido al resto del universo con colores propios. Ambos parece que funcionan a pesar el uno del otro o al menos con actitud diferente aunque paralela. Pero sólo es una apreciación, pues el patio es receptor directo de los accidentes universales, y la primera y única víctima de los personales. En la corrala, uno, desarrolla su integración y decide o no, formar parte de un conglomerado de anónimos con nombre. Pero, por encima del nombre, el patio es honesto, espontáneo, abierto y solidario; como también es cruel, injusto, alevoso y distante. No hay que exigirle mucho, más bien dejarse llevar y no perder detalle. Al fin y al cabo durante cada día y de forma invariable te presenta escenas como estas:   «Juan Carlos, su cafelito, como cada día, tocadito de leche...»  «María José, hoy te he guardado estas manzanas, para el

Este jueves, relato: Je t'aime... moi non plus. (De mi novela Cien días de otoño)

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     Él ordenó la dirección al taxista. Ella prefirió ir andando. Necesitaba hacerse a la idea y vaciar su mente de prejuicios. Eso era lo que quería hacer, regalarse un sueño largamente deseado. Llegó antes. Sin embargo, nada más reservar, prefirió subir a la habitación para, en tan sólo unos segundos, ordenar sus cabellos y reforzar el rojo carmín de sus labios. De bajada, una última mirada en la luna del camarín, se vio perfecta. Acarició, llevando al sitio, los rizos de su media melena, negra y brillante como sus labios rojos recién pintados. Sintió de nuevo aquellas mariposas que hacía tiempo habían dejado de correr por su estómago. Lo vio entrar, cruzar la puerta y dirigir la mirada en un rápido movimiento hacia el interior. Subieron a la habitación en un ascensor vacío, elevando juntos sus cuerpos sobre la punta de sus pies, como si eso acelerase la llegada a la planta quince. Apremiaron en la habitación los repentinos deseos de cerrar la puerta tras ellos, abrazados

Este jueves, relato: Collages temáticos

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En tiempos en que escribir era una opción, precipitado, manchaba de negro el blanco de las hojas de papel. Tenía miedo de apretar la pluma para expresar lo que estaba pensando. No sé cómo pero fueron aquellas fotos las que me arrastraron a un impetuoso galope de palabras, frases, párrafos, páginas y páginas que, en una segunda lectura, perdían todo su sentido. Estaban mis pertenecías, el reloj de bolsillo, los lentes de montura de pasta envejecida, el círculo de aumento y cartas, muchas cartas, todas ellas extendidas sobre el mantel de hule, mientras esperaba el turno, en silencio, de iniciar la historia. Aquellas fotos tenían nombre propio, nombre y apellidos, pero yo no los recordaba, creo que perdí la memoria o carecía de información, sin embargo, su visión me emocionaba. Lo sabía porque no estaba inquieto ni tenía miedo.  Arriba, la republicana, insolente, retadora; abajo los fotógrafos con sus lámparas de destello y cámara en ristre, escondidos bajo las flores de plástic

Este jueves, relato: Cartas, cartas, cartas...

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En el desván de su abuelo, Alex, encontró un disco de jazz, dos cuentos de Gloria Fuertes, unas botas de fútbol con la puntera pelada y un hatillo de cartas. Un día, el abuelo, serio y circunspecto le prometió: «Todo esto será para ti» y como si le hubiera hecho el regalo de su vida, Alex cerró el viejo baúl de roble americano. El Abuelo murió y aquella promesa revoloteaba como una bandada de palomas sobre la tapa malherida del carcomido baúl. Entre cuentos y tebeos,  asomaron unos sobres amarillentos. Uno de ellos, con el sello robado, contenía una cuartilla manchada con una estilográfica de la época: «Madrid, 7 de octubre de 1963… Querido Alfredo: Encantadora me parece la carta que recibí hace apenas unas horas. Desde este verano presentía una especial amistad entre nosotros, pero hasta leer tu escrito no he sentido lo que realmente significas para mí. Contesto a vuelta de correo, nerviosa, ilusionada, feliz y con un lío en mi cabeza tan grande que…» Asomó otro, azul pá

Este jueves, relato: Jugar con fuego

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«Jugar con fuego». « Nadar a contracorriente». «Lanzarse al vacío». Expresiones que esconden implícitamente los conceptos de riesgo, pánico, peligro o, en la más leve de las ocasiones, meter la pata, precipitarse, equivocarse —para, en alguna ocasión, arrepentirse después—. Lo mío, a veces —demasiadas—, es jugar con fuego, nadar a contracorriente o lanzarme al vacío. Con este texto trato de dar un paseo —crítico y crónico— por mi participación en los «Los jueves, relato». Después de nueve años tengo mis dudas, mis eventuales rendiciones. Apatías de andar por casa. Desidias que me preocupan pero que no logro superar. Parece inexplicable que después de nueve años de asistir todas las semanas a la clase de los jueves —al principio, de los sábados—, me vea, ya mayor, haciendo novillos semana tras semana. En el tenis existe una jugada en la que el jugador tiene todas las ventajas soñadas por un deportista: El saque. En él, el que saca se toma un tiempo de concentración, dec

Este jueves, relato: Paraísos

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El Paraíso de tu piel La Tierra gira y gira y, en ese girar, se mezclan materias con pasiones. Efluvios con deseos. Aparecen entonces nirvanas nuevos. Ciudades utópicas que nos enamoran eternamente. Mi paraíso, después de la unificación, tiene forma sinuosa y senderos misteriosos que explorar. Su entrada es un corazón carnoso y rojo que, a flor de piel, hipnotiza. Una puerta intangible que invita al acercamiento, parte del eden que es el salvoconducto para todo lo demás. La primera avenida de este olimpo terrenal empieza con dos cúpulas morenas de color ébano y textura deslumbrante. Su envoltorio, aleatoriamente cubierto de piel del color de la paja tostada, me envuelve y confunde. Dos fuentes de sonrosado caño e inagotable morbidez dan paso a la gran plaza de la vida, intensa, húmeda por el rocío de la pasión, arteria vital de pócimas y demás encantamientos. El Boulevard del amor nace entre un jardín de rosas ensortijadas; parada obligatoria para el disfrute y la ext

Este jueves, relato: Mr.Chance

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Era domingo, estaba en el jardín cuando oí voces en el interior del salón. Dejé la manguera en el sendero mientras acudía al reclamo de las voces. Todo empezó por el final, cuando tenía sesenta años. Sesenta primaveras de las que no recordaba ninguna aunque tenía una idea aproximada de lo que habían sido. Ahora, mi mayor y único entretenimiento consiste en dejarme llevar, secuencia tras secuencia, por las imágenes del televisor de 42 pulgadas, permitiéndome escuchar con una claridad extrema las últimas noticias de una encuesta sobre sexualidad en la tercera edad. Con el mando en la mano, jugué de nuevo a buscar el canal de los colores en alta definición. Sin pretenderlo acerté con mi momento preferido. Me abandoné en el fondo de mi butaca y con los ojos vidriosos pude ver todo de forma confusa y entremezclada: el día y la noche, lo grande y lo pequeño, lo suave y lo áspero, el calor y el frío. P or enésima vez, estaba viendo los mismos anuncios, los mismos documentales, la

Este jueves, relato: Una de música

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La mesa del comedor, en esa casa, igual valía para un roto que para un descosido. De madrugada era la mesa del desayuno. A mitad mañana, el banco donde vaciar la cesta de la compra separando cereales de legumbres, frutas de verduras y más tarde repartir, sobre su fría superficie, las lentejas para limpiarlas. Al mediodía, Amparo, reunía a la familia en una frugal y meteórica comida; la escuela y la fábrica tenían prioridad. Por la tarde, vacía la mesa, Amparo extendía de cara a la ventana las telas, y sobre ellas los patrones de un vestido para Teresa, la mayor. Mientras, con las tijeras en la mano, repetía historias de su pueblo que Teresa conocía hasta la saciedad. En la noche, después de la cena, y una vez recogida la mesa, ésta se inundaba de brazos cansados y miradas anhelantes en espera del premio del día. En el reloj de pared dieron las nueve y Juanin, el pequeño, a una orden gestual de su padre se levantó y accionó el interruptor cilíndrico del aparato de radio,

Este jueves, relato: La mano que da la moneda

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He soñado que, a plena luz del día, andaba por la calle, literalmente: desnudo. Valentina, mi interpretadora de sueños, me aclara que éste, en particular, vaticina una situación económica precaria, cuando no, desastrosa. Salgo de casa y, como cada día, rebusco en mis bolsillos hasta confirmar que llevo suficiente para el desayuno. En la esquina, con precisión geométrica, justo donde se juntan los dos pasos de peatones, está Isidoro y, como cada día, me hace un gesto con la mano insinuando algo que llevarse a la boca… Hurgo en mi bolsillo, detecto y le doy una moneda de 50 céntimos. Cruzo la avenida y paso junto a la iglesia de San Roque. Ramona es extranjera y tiene la exclusiva de la puerta principal. Luce (o más bien, desluce) una melena blanca, casposa y despeinada. Te recibe con la mirada y, agradecida, la vuelve rápidamente en busca del siguiente paseante. Hurgo de nuevo y… 50 céntimos. Mateo, de origen y aspecto similar, ocupa con autoridad la puerta lateral, la

Este jueves, relato: Héroes y heroínas

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Héroes y heroínas (de juguete). Robótica cruel o el fatal desenlace de un héroe. Lanzarote nació en Onil, provincia de Alicante. De padre alemán y madre española que lo abandonó al nacer para hacerse Famosa, pero esa... es otra historia. La máquina de repetir escupió un Clic desnudo, de personalidad indefinida, sonrosado e inerte, parecía un niño normal, salvo un detalle, en su interior, donde en los niños anida la vida, Lanzarote estaba vacío de contenido, exento de masa muscular, falto de nervios y sin una mala artería que poner a prueba de cortes y rozaduras. Así permaneció inmóvil hasta que la cadena le asignó unos leves rasgos de identidad. El ordenador, a través de un calculado código numérico le vistió de «Caballero»: traje, corona, capa y escudo, en un claro e intencionado mimetismo robótico que homenajeaba al noble de Camelot. Una mañana de enero (creo que la del seis) amaneció en casa ajena, rodeado de misteriosos artilugios desconocidos para él. Todos ell

Este jueves, relato: Carta a mí mismo

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Querido Yo: La distancia del precipicio por el que paseo es corta, mínima, arriesgada y misteriosa. Acaricio el aire al tiempo que imagino que avanzo. Bajo, el mar, azul. Recién ha amanecido y huyo como cada día de la parte llana, la segura, la cómoda, la gratuita. Terreno plano que engaña —no es como lo ves, no es lo que aparenta—. Ahora, con la luz del día echo la vista atrás y veo lo plano en toda su aparente seguridad —solo aparente—, inestable firmeza —no tan firme como parece— y engañoso esplendor —sombra mezquina de un pasado desconcertado y furioso—. «La Polar es lo que importa», eso proclamaba en tiempos de mentiras, lo único que importa es la música, la única verdad está delante, en ese tramo angosto y arriesgado y es allí donde suenan las notas de la mañana. Sonidos de sirena que dicen y atraen. Atraen y dicen. Solo unos pasos más y tocaré los pliegues del mar con la punta de mis ojos. La senda se estrecha y el premio es mayor. A estas horas, el cielo, abi

Este jueves, relato: Olvidar

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Con el mando en la mano jugué a buscar el canal de los colores. Sin pretenderlo acerté con mi momento preferido. Me abandoné en el fondo de mi butaca y con los ojos vidriosos pude leer entre triángulos verdes: «¡Es primavera en el Corte Inglés!». Juré, por la Virgen del Olvido que estaba viendo esos anuncios por enésima vez.  Intenté escribir sobre ellos pero no recordaba nada.  En ese momento, frente a esa hoja en blanco, solo había una cosa más en blanco todavía: mi mente.  Y en esa transición me preguntaba: ¿Por qué tengo esta página abierta? lo último que veo sobre este fondo vacío es un baile, pero dónde, con quién, además… ¿qué día es hoy... jueves?  La imagen en blanco y negro de un cantante de color apareció durante unos segundos, los justos para tararear «Mujer, si puedes tú con Dios hablar...» y desapareció sin continuar.  Apagué la pantalla pero la imaginación seguía ausente. Los botones del mando, insolentes, me miraban mal. No lo iba a consentir y, sin pensarlo

Este jueves,relato: Estado de consciencia

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«Tranquilo, tengo en mis manos tus sueños de esta noche y te aseguro que son inspiradores y reconfortantes. ¡Por fin algo me distancia de la muerte!. Te cuento...» ...Había nacido para no ser nadie, ni nada. Las diferentes etiquetas con las que el tiempo iba a ilustrar mi cuerpo dejaban bien clara mi identidad: Androide, robot, asesino, autómata, muñeco, extraterrestre, cósmico, ángel, demonio... Todas ellas se superponían unas a otras como las capas de una cebolla y todas, y cada una, me mentían como imágenes deformadas en un espejo convexo. Con el tiempo —tiempo, que no medía ni sentía—, y como proyecto 4.0  por rastrojo, fui portador de los más variados menesteres. Olía a aceite, a circuito, a memoria, a quemado, a ausencia, a oscuro, olí a rancio el día que, sin saber lo que era, perdí la fe, también la esperanza. Compartí anaquel con otros de igual ruido, color, tamaño y abandono. En horizontal, descansando sobre la mesa de acero inoxidable, esperaba que la mano exp

Este jueves, relato: «Estado de Conciencia». Participantes

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Carmen Andújar Montserrat Sala María Liberona Fabián Madrid Ame Campirela Yessy Kan Roxana Tracy San Molí del Canyer Noa         Demiurgo Neogéminis Alfredo

Este jueves, relato: Juegos de niños

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Jugando en el patio. «El Patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás…» En eso estaban Elena, Eva y Ana, con sus trenzas al aire, sus manos unidas, sus vestidos volando y sus diminutos cuerpos girando en círculo, cuando Alex irrumpió en el patio dando pelotazos a diestro y siniestro.  Los pollos y las gallinas volaron huyendo en busca de un lugar seguro. Los conejos, atónitos, desconfiados y molestos se refugiaron en la conejera. La gata Nieve se escondió detrás de un pozal. Tan sólo Chocolat quedó quieta, frente a frente con el perturbador (aprendiz de Messi)  que perseguía atolondrado la pelota de cuero. Desafiante y segura, no iba a consentir ninguna revolución en su patio. Alex tomó posesión del espacio, midió con la mirada e imaginó la portería entre la maceta de geranios y el botijo que, al fresco, colgaba de un alambre. Dio un paso atrás y chutó con todas sus fuerzas, la pelota se coló por el lateral del botijo, rozando el pitorro

Este jueves, relato: Terrorismo animal.

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El atentado. Ansiaba acabar cuanto antes con aquella desagradable pero necesaria misión.  Como en ocasiones anteriores, su sinrazón apareció abriéndose paso con deseos de venganza. Miró a su alrededor para asegurarse de que controlaba el momento, las distancias, los efectos. No podía permitirse el más mínimo error. La oscuridad era su aliada y con la luz que salió de su linterna iluminó el lugar que se vislumbraba como posible campo de acción. Su objetivo era claro: golpear de lleno y con sorpresa al enemigo, acabar con él y reconciliarse consigo mismo. Dobló el periódico con precisión geométrica y…  ¡Zasssss! el mosquito quedó pegado a los titulares del día. Más terrorismo de estado en Gustavo

Este jueves, relato: Los colores de mi silencio.

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Esta noche, entre sueños de verdad y pesadillas de mentiras, he visto los colores de mi vida. Alegres, vibrantes, luminosos con los que empecé a construir mi aventura. Grises, tristes, oscuros con los que la termino. Junto a ellos, con una fluidez aparente como algunos de esos colores, he inventado personajes amarillos, tiempos grises, lugares verdes, motivos negros y excusas malvas. Con un racionalismo académico, para variar, he ubicado fechas azules, amores blancos y desamores blancos también. Con una nitidez hipnótica he acariciado pieles cremas, pechos sonrosados, espaldas marrones y labios rojos. Cómplice con el silencio de todos ellos oigo su sonido callado que, dormido, recorre todo mi interior. Un libro multicolor con forro de celofán transparente, hojas satinadas en violeta y las cubiertas encuadernadas en charol magenta. Son las siete y el despertador no para de sonar. Me incorporo lentamente, abro los ojos y me recreo en mi recuerdo nocturno.  Lo he so

Este jueves, relato: Una fecha...

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¡Felicidades hijo! Todos los 20 de abril de los últimos cinco años, Abel, lo dejaba todo y a todos. Sumido en la tristeza emprendía un viaje a ninguna parte. Él solo, con sus recuerdos. Un viaje corto. 2 0 kilómetros en dirección norte. 20 kilómetros en dirección al infierno. 2 0 kilómetros en dirección a una realidad a la que no se acostumbraba y de la que dudaba si se acostumbraría alguna vez. Al llegar a esa curva, a 20 kilómetros de su casa, miraba al cielo buscando entre nimbus amenazantes un rayo de sol que llevase su apellido. Sus ojos, húmedos, no distinguían entre tanto algodón espeso y oscuro. Las primeras gotas le trajeron los últimos recuerdos. Todo era precipitado, la vida y la muerte en un abrir y cerrar de ojos. Complejas leyes antinaturales, decidían a cambiar el destino de unos pocos elegidos. La lluvia, de nuevo causa, efecto y testigo impertérrito, cinco años después vomitaba desgracia con el peralte cambiado. H oy, como el año pasado y los cuatr