Querida Cristina:
No sabes cómo te entiendo. Es injusta la gratuidad
con la que se nos carga de un lastre inmerecido las alforjas de nuestro destino. Nosotros que
lo abandonamos todo a cambio de nada.
Nuestros mejores años quedan perdidos inmersos
en un sueño que la mayoría de nuestros beneficiados súbditos no entiende. Nuestro
tiempo lejos de la familia, la frialdad de nuestras horas muertas y la renuncia
a los más que merecidos entretenimientos. Por no hablar de la sacrificada pero
necesaria escasa remuneración.
Somos frágiles chivos expiatorios. Como pasa
con los niños, siempre es bueno que haya un cándido responsable para vaciar
sobre sus cansadas espaldas toda la mierda que una minoría radical y
bolivariana se le antoja descargar. Sin embargo sólo unos canallas podrían
considerar como signo de progreso, que unos absurdos chismes sean reflejo de la
auténtica verdad.
Así pues, envidiada Cristina ¡Se fuerte! y
¡Aguanta! que eso es ruido para unos días pero silencio para siempre.
Siempre tuyo, Mariano.